Tengo que reconocer que durante el período que ha rodeado la época de Navidades que está terminando se ha sentido un leve espíritu de tranquilidad política, que nos hace creer que de pronto están llegando mejores épocas, de las cuales hace tiempo no gozábamos.
Claro que por aventurarme a lanzar este comentario, muchos serán quienes puedan pensar, con cierta razón, que se nos están aflojando los resortes, porque con una mirada a vuelo de pájaro no se alcanza a ver un panorama que aunque sea medianamente optimista nos permita lanzar una teoría de esa naturaleza, cuando desde el fondo de nuestros sentimientos nos queda tan difícil acomodarnos a tiempos mejores.
Sin embargo, nos da la impresión de que el mundo entero, con las desgracias que están azotando a muchos países tan lejanos como los de Oriente Medio, o las que tenemos aquí al lado, como Venezuela, se le abrirán los ojos y con ello algo de las entendederas, poniéndonos en situaciones comparativas que nos sacan lágrimas por el infortunio de nuestros vecinos cuyas desgracias están llegando a límites dramáticos, por la falta de comida, remedios, y sobre todo libertad, además de miles de elementos para cubrir las más elementales necesidades para la supervivencia de personas de cualquier clase o condición.
El mundo ha llegado a un elevado grado de desarrollo tecnológico que ha permitido que exista una comunicación generalizada, a tal punto de desarrollo que para nadie es posible ocultar ante sus semejantes ni sus riquezas ni sus pobrezas, y mucho menos cuando lo que se refleja en su modo de vivir abarca multitudes de miserables que no tienen como ocultar su desgracia. Es por esto que a pesar de que en nuestro país no tengamos un nivel económico similar al de los estados desarrollados, al menos satisfacemos las necesidades primarias mejor que la mayoría de los países del tercer mundo, lo que nos permite vivir dentro de cierto nivel de decencia.
Mucho nos falta para borrar el estigma de las grandes diferencias sociales que lastimosamente hemos tenido que soportar durante tantos años, pero peor sería que nos compararan con aquellos como Venezuela que a pesar de tener ríos de petróleo, gas y diamantes, y hoy, por ser víctimas de pésimos gobernantes, ocupan los últimos lugares en el desarrollo económico de los países de su entorno.
Eso es precisamente lo que estamos tratando de vencer, y ojalá nunca lleguemos a esa penosa situación.
Pedimos al cielo que este nuevo año nos traiga una oleada de buenas esperanzas y podamos, por fin, sentir que el futuro será mucho más tranquilo y próspero, y que esa paz que tanto hemos anhelado se convierta en una hermosa realidad.
P.D.: Inexperiencia es lo que hace que un joven haga lo que un hombre maduro no se atrevería a hacer.
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