Decía aquél hombre al que siempre le negaron el nobel de literatura, Borges, que “de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro.” Y esto, porque aseveraba que “el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación.” Y yo me imagino a Manizales así, como una gran biblioteca, producto de nuestra imaginación y de nuestra memoria. Requerimos de ésta para continuar tejiendo la urdimbre que comenzaron quienes nos antecedieron y que avizoraron una ciudad montada sobre el lomo de una extensa montaña; y necesitamos de la imaginación, para hacer que nuestra ciudad perdure, que sea sostenible y la vida de nuestros hijos y de los hijos de éstos, continúe caminando por sus calles planas y empinadas.
Desde el pasado martes 25 hasta el próximo domingo 30, la memoria y la imaginación se extienden por la ciudad con la novena versión de la Feria del Libro, espacio ya tradicional en la Universidad de Caldas, pero que se ha convertido, por fortuna, en un hecho de ciudad. Nuestra bella Manizales es por obra y gracia de autores, librerías, editoriales, universidades, conferenciantes, música y músicos, nuestro gran universo. Y nos traen felicidad. Leer produce placer, aunque también zozobra. Cada que abrimos un libro y lo leemos con el juicio que nos merece, lo enriquecemos. Nosotros cambiamos cuando leemos. Los libros también, una vez que son leídos. Nunca un libro vuelve a ser el mismo después de que alguien lo ha abierto y ha sido digno de él. Su pasado, el del libro, juega con el pasado nuestro. Es una junta inteligente. Nuestros pasados se cruzan y permiten avizorar un presente en clave de futuro.
Leer, decía Nietzsche, es caminar sobre el texto. Y esta semana los manizaleños: estudiantes, profesores, ciudadanos de ‘a pie’, caminamos sobre los libros. Y esto nos tiene que producir felicidad. Quizás la ciudad se vuelva más alegre y vivible si leemos más.
Y la memoria y la imaginación se prolongan cuando, de nuevo, suba el telón el viernes 5 de octubre, y actores, actrices, estudiantes, profesores, directores, ciudadanos de ‘a pie’ le demos vida a la trigésima novena versión del Festival Internacional de Teatro, ese mismo que se hace en esta ciudad desde 1968.
Libros y tablas, autores y actores, lectores y espectadores se unen y podremos tener la maravillosa oportunidad de ver cómo las letras y las artes escénicas cantan, bailan, se disfrazan, y leen en voz alta cómo la vida es lo más sagrado que tenemos. Nos desnudarán y, si somos serios, aprenderemos a reírnos de nosotros mismos. Nuestras vergüenzas, nuestros delirios, pero también nuestros anhelos y sueños rodarán por las calles.
Los mejores espíritus nos visitan. ¡Qué aventura! nos deparan los libros y el teatro. Qué afortunados somos los manizaleños. La magia que empezó con la Feria del Libro continúa con el Festival de Teatro. Y algunos dicen que en esta ciudad no pasa nada. Creo que lo mejor es que vayan a la U. de Caldas, cómprense un libro, no importa cuál, y luego dispónganse a ver cómo las máscaras de la vida les mostrarán el vasto universo que nos cubre con el gran manto de la sabiduría.
Libros, teatro y ciudad, una junta inteligente.
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