Pensar los procesos de paz y los acuerdos que se vienen adelantando en Colombia, desde las experiencias y aprendizajes de quienes han sufrido en carne propia la guerra y transitado hacia nuevas formas de convivencia, es una maravillosa oportunidad para que nosotros, los ciudadanos de ‘a pie’, nos demos cuenta de que sí es posible una vida mejor, más digna, justa y equitativa.
Por este motivo, no puedo dejar de mencionar el coloquio internacional que se desarrolla en el marco del Año Cruzado Francia-Colombia, diseñado y programado por la embajada de Francia, junto con las alianzas francesas del Eje Cafetero y avalado por el Sistema Universitario de Manizales, Suma, la Escuela de Policía Alejandro Gutiérrez, y las universidades UTP, la Fundación Universitaria del Área Andina, y la UniQuindío.
Académicos y distintas organizaciones de ciudadanos han estado conversando durante esta semana con cuatro invitados franceses y uno colombiano, con la pretensión de construir espacios de reflexión en torno al tema de las paces, la justicia y la convivencia social.
En este sentido, fue de vital importancia la presencia de la señora Gaudiose Valliere, doctora en Ética y sociedad de la Universidad de Estrasburgo, quien abordó el tema de la reconstrucción social en Ruanda, rememorando el fatal conflicto entre Hutus y Tutsis. Ambas etnias aprovecharon el desafío ético que tenían por delante y lograron ver la trascendencia que hay en el hecho de pensar muy seriamente en los valores de la coexistencia, de la convivencia. De igual manera, el investigador en ingeniería también de la U. de Estrasburgo, Rafael Luhahe dejó en el mundo de los académicos que es importante fortalecer el deber de salvaguardar la vida como el hecho más sagrado con el que contamos los seres humanos. Presentó como un elemento clave que no se deben banalizar genocidios como el de los Tutsis ni mucho menos lo que fue la guerra del que fuera llamado por expertos como “el país maldito por sus riquezas”: la República Democrática del Congo. Y el fundador de la Escuela de Paz, Richard Petris, politólogo de la Universidad de Grenoble, en Francia, muy cercano a nuestra querida América Latina, quien desarrolla un proyecto a través del cual fortalece programas de información y educación para construir relaciones más pacíficas entre los ciudadanos y entre éstos y el Estado mismo. Unido a estas experiencias, estuvo el periodista, publicista y fotógrafo Ángel Beccassino quien le dio un aire mucho más cálido y cercano al corazón de quienes lo escucharon.
Aprovechar las conversaciones entre estos ilustres huéspedes y algunos de nuestros profesores y estudiantes, quizás sea fundamental para que pensemos en la necesidad de no quedarnos solo en los acuerdos entre el Gobierno y las Farc (y ojalá, muy pronto con el Eln). Es indispensable que nos demos cuenta de que sí es posible solucionar los conflictos y que la construcción de una nación en el marco de un desarrollo sostenible también depende de cómo nosotros, por ejemplo, afrontemos los miedos. Para decirlo en palabras de Beccassino: “el miedo es a que mañana las cosas no sean iguales a lo que han sido hoy (…); el miedo nos retiene en la ilusión de que podamos conservar tal cual lo que habíamos vivido antes, lo que teníamos, los valores a los que nos agarrábamos.” Y creo que sí, que pensar en abandonar esta guerra, produce miedo. Y todavía más: en este proceso de transición de la guerra hacia un país distinto, con mayores posibilidades de construir una sociedad más pacífica, en donde no eliminemos a los otros porque nos parecen raros, diferentes, debemos aprender a renunciar: renunciar a nuestros prejuicios, renunciar a dejar de creer que somos mejores porque los otros no tienen lo que nosotros sí tenemos; renunciar a creernos poseedores de la verdad, de una verdad que siempre será sospechosa, porque ésta siempre será un punto de vista, una perspectiva de alguien sobre algo.
Creo que la transición que estamos iniciando nos invita a pensar-nos y a confiar más en nosotros mismos, con el propósito de reconocer-nos y decir: sí, quiero un país mejor: me lo merezco.