Si la memoria no me traiciona, creo haber leído en algún libro del filósofo Aristóteles, que no se enseña ética para saber qué es la virtud, sino para ser virtuoso; y que ser virtuoso no es realizar en ciertos momentos un acto de bondad, sino en hacerlo siempre, lo cual implica serlo toda la vida.
Cuando pienso en la virtud y, por ende, en la bondad y en la civilidad, no puedo más que mirar a la Sociedad de Mejoras Públicas, que hace pocos meses cumplió 106 años de existencia. Si en Manizales hay alguna organización que lidere procesos de civilidad, de honestidad, de decencia esa es esta organización que, entre otras cosas, es muy sui géneris, porque no se trata de una convencional: aquí no se cobran cuotas de sostenimiento, ni hay honorarios. Tampoco es o forma parte de algún partido político o religioso; ni es una secta o sociedad secreta. Lo único que se requiere para pertenecer a ella es un auténtico deseo de trabajar por la ciudad. Solo eso.
Sus miembros son seres virtuosos que le han aportado a la ciudad y a sus habitantes un trabajo encaminado a estimular la transparencia, la honestidad, la responsabilidad, la solidaridad; y que han trabajado por hacer y materializar propuestas para embellecer la ciudad y preservar su patrimonio arquitectónico e histórico.
La Sociedad de Mejoras Públicas, al mejor estilo socrático, fomenta el autoexamen en la vida cotidiana. Para eso su sentido de civilidad está pensado en procurar una mejor convivencia entre los ciudadanos con el fin último de tener una mejor ciudad para todos. Y sus principios juegan en consonancia con los que como Universidad de Manizales proponemos: pensar en que como sujetos morales estemos siempre dispuestos en todo momento y en todo lugar a reconocer a los demás, ver sus sueños, sus esperanzas, sus anhelos y sufrimientos; actuar con justicia, respeto y solidaridad. Ambas instituciones buscan fines similares: una ciudad cuyo desarrollo humano sea sostenible, estético y esté cobijado por el manto de la sabiduría que da el ser virtuosos.
Como ciudad y como ciudadanos debemos sentirnos orgullosos de contar con la Sociedad de Mejoras Públicas. Su ya centenaria propuesta de no permitir que se mine la confianza para que no se dé el ocaso de la civilidad, es ejemplar. El poner el acento en ser mejores ciudadanos y en que hagamos siempre bien lo que decimos que hacemos bien, es un aporte sustantivo para una sociedad que, como la colombiana, es muy frágil. La democracia se puede construir y consolidar si y solo sí ponemos nuestro mayor empeño en convertirnos en seres virtuosos, es decir, en mantener siempre presente que los demás ciudadanos son nuestra razón de ser y de existir. Y que éstos cohabitan una ciudad que debe ser cuidada, protegida y embellecida.
El mensaje que nos da esta organización centenaria es sencillo: humanicemos la ciudad. Punto.
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