Amado Dios que eres energía de amor, paz y luz, Padre-Madre y creador, amigo y fuente de todo bien.
En mi existir y en el de todos abundan tus muestras de amor, aunque algunos las ignoren o no las valoren.
Eres el amado de los místicos, el alivio de los desdichados, la fuerza de los débiles y la buena compañía de todos.
Eres el amor de los amores de San Agustín, el Bendito al que alababa Francisco de Asís y Su Majestad para Teresa de Jesús.
Eres “Nuestro Señor” para Charles Dickens, “el Creador” de Luis Pasteur y “El buen Dios” de Rainer María Rilke.
Para Jeshúa eras ese Padre misericordioso al que el cariñosamente llamaba en hebreo Abba, que significa papito.
Para María de Nazareth eras también un Dios misericordioso y poderoso que “en mí hizo maravillas.
Para mí eres todo, eres mi alfa y mi omega, mi fuente de luz radiante, de amor ilimitado y de paz perfecta. Gracias, te amo.
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