El ser humano siempre se ha visto asediado por un miedo que asusta con múltiples caras de pesadilla:
Miedo a la soledad, a la muerte, al fracaso, a una quiebra, a la enfermedad, a la vejez, a las alturas, al vacío y miedo al mismo éxito.
Pero hay un miedo que hoy cierra herméticamente hasta los corazones más jóvenes: el miedo al amor.
“Yo me quedo solo”, “no me caso para sufrir”, “no hay hombres”, dicen ellas”, “ellas solo quieren mandar”, dicen ellos.
Es un miedo a ser lastimado y a aumentar la ingrata lista de relaciones desechables que hoy abundan.
Diversos siquiatras y sicólogos aseguran que el miedo al compromiso es una constante del mundo postmoderno.
En buena medida ese miedo tiene su raíz en el cambio radical que viven las mujeres, los hombres y sus relaciones.
El molde de antes se rompió, el nuevo está aún en ciernes y en el interior reinan la incertidumbre y el temor a fracasar.
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