Lee en internet las negativas y graciosas Leyes de Murphy y sonríe: “si algo puede salir mal, saldrá mal” o “no hay situación que no pueda empeorar”.
Con el tiempo he comprobado que Los Murphy abundan y terminan programando sus propios fracasos sin percatarse.
Y lo mismo les sucede a los optimistas por el lado positivo: son como el escultor Pigmalión y su amada Galatea.
El mito nos dice que Pigmalión, rey de Chipre, esculpió la estatua de una mujer divina y se enamoró de ella.
Su amor o su locura eran tan vehementes y persistentes, que un día la diosa Venus, condolida, le dio vida a la estatua.
Por eso se habla del “efecto Pigmalión” en nuestro existir ya que la mente es un imán que atrae y es creativa para tu bien o tu mal.
Tú eliges en cada momento ver un obstáculo en el camino como una roca para tropezar o para apoyarte en ella y avanzar. Atraes lo que piensas de modo recurrente.
No seas como el pesimista que dijo: Con la muerte no acaba todo, queda el lío de la sucesión. No, la verdad es que el amor y la fe inspiran y abren salidas.
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