Cuenta la historia que un niño de ocho años estaba jugando en el jardín mientras su padre regaba las plantas en primavera.
El pequeño estaba tratando de levantar en vano una gran piedra, pero era muy pesada y no podía con ella.
Intentaba una y otra vez, pero nada, y ya estaba sudando y agotado después de tanto esfuerzo. Se veía que iba a desistir.
El papá lo observaba y, después de un buen rato, le dijo con amor: No estás usando todas las fuerzas.
No es verdad, -replicó el pequeño-. Estoy poniendo toda mi energía y no sé qué más puedo hacer, no lo logro.
Y el padre le dijo: Mira, no me has pedido que te ayude. Recuerda que mis fuerzas también son tuyas.
No estás empleando toda tu energía porque siempre puedes contar con la energía de aquellos que te aman. Hay que trabajar en equipo.
Quiero que lo recuerdes y no luches en solitario. Todo saldrá mejor si pides ayuda a otros y a Dios, También ayuda a los demás con amor.
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