El escritor francés Andre Maurois cifraba la felicidad en realidades que ojalá valores en toda su riqueza, sobre todo la paz del alma:
“¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestra cabeza, un vientecillo tibio y la paz del espíritu”.
Ámate y no imites al que dilapida la vida en el intento inútil de sacarle el cuerpo a la realidad; no se acepta y nada acepta.
Se niega a ver el mundo como es: como un agridulce, como un tejido con hilos claros y oscuros. ¿Qué te puede rescatar de ese infierno que consume a fuego lento?
Poner los pies en la tierra y cultivar la aceptación. Te rescata el amor que es la única fuente de felicidad y así lo expresa García Márquez en una de sus obras:
“La felicidad no es como dicen que solo dura un instante, la verdad es que dura mientras dure el amor, porque con amor hasta morirse es bueno”.
Amar es aceptarte y aceptar a los otros y la realidad con una paciente tolerancia, con respeto y un don tan raro como necesario: el realismo.
No pelees con los otros ni con los hechos y lo logras si eres espiritual y disfrutas del mejor tesoro: La paz interior.
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