Me aquieto, te siento, Oh Dios, en mi alma y tomo consciencia de lo que en verdad moras en mi interior.
Hoy celebro la hermosa vida de Yeshua, un ser que era el amor auténtico, la entrega total y la verdad plena.
Revivo la llegada al mundo de un ser puro en palabras, puro en pensamientos y puro en acciones.
Era rico y nació pobre, era poderoso y llegó débil, era el más grande y nació humilde, era Dios y se hizo hombre.
Jesús vino a enseñarme que mi misión está en compartir, no en poseer; en servir, no en dominar; en convivir, no en competir.
Lo tengo presente para que el consumismo no me asfixie y viva siempre muy unido a ti, Padre del amor, y a los demás.
Espiritualidad es hermandad y reconciliación, entrega y generosidad, es dar lo mejor de mí sin esperar nada a cambio.
Contigo, Señor, soy un ser de amor y tú me mueves a descubrir mi esencia, a creer, esperar, servir e iluminar.
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