Tras cien años de haber descubierto el petróleo en Barranca, y 69 años de nacionalizar nuestros hidrocarburos escribiendo así una página de oro en la historia empresarial del desarrollo económico de Colombia, al crear en 1951 la Empresa Colombia de Petróleos que luego será Ecopetrol, se logró consolidar un sector que hoy representa cerca de 5% del PIB nacional. No obstante, el país sabe que ya no tendrá hallazgos como los de Caño Limón en los 80, o Cusiana y Cupiaga en los 90, y que sus reservas de 1.782 millones de barriles, equivalentes a 5,7 años de consumo, y las reservas probadas de gas cerrando el 2017 en 3.896 giga-pies cúbicos que equivalen a 11,7 años de consumo, parecen obligar a que tengamos que recurrir al fracturamiento hidráulico para extraer petróleo de los yacimientos bituminosos del Magdalena medio y piedemonte llanero.
Esta alternativa de alto riesgo por la contaminación de acuíferos y eventual inducción de sismos someros, si se emplea responsablemente en manos del Estado puede resultar confiable gracias a que aquella posee un desarrollo de 40 años, por lo que no debería descartarse: además de posibilitar los hidrocarburos requeridos para permitirle al Estado el financiamiento del gasto público y multiplicar varias veces nuestro horizonte de autosuficiencia, manteniendo una producción del orden de 800 a 900 mil barriles diarios de petróleo, dicha política también resultaría compatible con los esfuerzos orientados a mantener actualizada tecnológicamente la refinería de Barrancabermeja, donde se han hecho inversiones por U$4.000 millones en los últimos 8 años con el propósito de fortalecer la producción petroquímica, obteniendo resultados estratégicos como reducir la importación de diésel al 50% de nuestras necesidades e incrementar la producción de polietileno.
Si en los años cincuenta del pasado siglo, el país cafetero empieza a transitar la ruta de su industrialización gracias a la nacionalización del petróleo, hoy el desafío para Colombia, con las reservas petroleras convencionales desabastecidas aunque Ecopetrol genera más del 60% de la producción nacional, y a que el carbón que poseemos en gran abundancia, pierde opciones con el cambio climático acechando. Para dimensionar la importancia del sector, basta decir que si en 2016 Colombia exportó U$32.900 millones e importó U$43.200 millones, entre sus principales exportaciones estuvieron: Petróleo crudo (U$8.260 millones), briquetas de carbón (U$5.440 millones) y refinado de petróleo (U$1.950 millones) y entre sus principales importaciones, el refinado de petróleo (U$3.320 de millones). Como referente, el café exportado valió U$2.570 millones.
Si en Colombia el sector económico que consume más energía es el transporte, como responsable de casi el 50% del total, y la principal fuente de generación continúa siendo la hidráulica con cerca del 70% del total, seguida por la térmica con el 29%; y además, si nuestro arco del consumo energético al 2016, fue 38,7% petróleo, 25,8% hidroelectricidad, 23,1% gas natural, 11,2% carbón y 1,2% fuentes renovables; entonces, en un escenario de cambio climático y bajos precios del petróleo y el carbón, ¿cómo sortear las dificultades que se advierten en nuestro horizonte económico? Una opción podría ser implementar la locomotora del carbón andino como complemento, exportándolo para contribuir al presupuesto de la nación y de paso hacer viable el transporte intermodal con la expansión ferroviaria, integrando la hidrovía del Magdalena y el corredor férreo del Cauca, y llegando a Urabá.
Pese a que por el cambio climático al 2050 deberá reducirse el 80% del consumo mundial de carbón, el 50% del gas natural y el 30% del petróleo, habrá que exportar y consumir las enormes reservas del país en los próximos 40 años, asunto viable gracias a que todo el carbón de Colombia es de alta calidad. Esto, mientras el desarrollo tecnológico hace económicamente viables las fuentes alternas de energía, ya que poseemos cerca de 6.700 millones de toneladas -las mayores reservas de Latinoamérica-, y somos reconocidos por tener un carbón térmico de alta calidad, donde la magnitud de las reservas y poder calorífico por regiones, varían así: en los yacimientos de la región Caribe, el 90% y 6.000 cal/kg; en los distritos carboníferos de Cundinamarca, Boyacá y Santanderes, el 8% y 7.000 cal/kg; y en Antioquia, Caldas, Valle y Cauca, donde los carbones son térmicos clase 1 A, el 2% y 5.000 cal/kg.
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