No sé quién la dijo ni cuando surgió la populosa expresión, “tener casa no es riqueza pero no tenerla es mucha pobreza”. De ella me acordé estos días, a propósito de los lamentables derrumbes y nuevas muertes de estos 17 manizaleños que habitaban en zonas de riesgo de los barrios Persia, González y Aranjuez. Mal contadas, nos encontramos por encima de las 200 personas fallecidas, sin contar las desaparecidas, por hechos derivados de deslizamientos de laderas desde el año 1923, en sectores como La Sultana, Villamaría, La Avanzada, Campoamor, San Fernando, San Cayetano, La Carolita y Cervantes según la línea del tiempo descrita con detalle en la edición del diario LP del 21 de abril del presente año.
De estas cifras, desde 1993 (San Cayetano) hasta ésta última tragedia, van mas de 111 muertes, lo que nos muestra que el problema se viene agravando lentamente. Y sobre las causas, me conformo con la autorizada voz del Profesor e Ingeniero de la Universidad Nacional, Gonzalo Duque Escobar, quien recitando las palabras del obispo de Mocoa Luis Albeiro Maldonado, según las cuales“Dios perdona siempre, el hombre perdona a veces, pero la naturaleza no perdona” explicó con ese lenguaje sencillo e incluyente que le caracteriza, el inadecuado manejo de nuestros suelos.
Ahora, vale la pena examinar si es posible que el Estado, en una economía capitalista como la nuestra, sometida a las leyes de oferta y demanda de bienes y servicios, está o no en condiciones de garantizar el acceso, goce y disfrute de la propiedad privada, que en términos constitucionales lleva implícita una función social. Sólo por citar el caso de Cervantes, quienes allí vivían hoy no tienen ni casa ni plata y, peor aún, se les puede considerar damnificados pero de la ausencia de Estado y de derechos, como por ejemplo el contenido en el artículo 51 de la Constitución Política, según el cual “todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna”.
Quienes han perdido sus casas, fruto del esfuerzo de toda una vida de trabajo, deben convivir con un sistema que no les asegura sus bienes, ni se los acepta como garantía precisamente por estar ubicados en zonas de riesgo. Queda claro que mientras los ricos viven donde quieren, los pobres donde pueden. Es hora de hacer una pausa, y revisar nuestros indicadores negativos, pues resulta paradójico que mientras en el año 2016 Manizales fue considerada, según datos de la red de ciudades Cómo vamos, como la de mejor calidad de vida del país, ésta precisamente termine siendo sacrificada por permanentes deslizamientos. O como se señala en este mismo informe, si Manizales es la única ciudad del país con un índice de progreso social alto, me pregunto, cómo juegan estos indicadores respecto de las seis mil viviendas que según Simón Gaviria, Director de Planeación Nacional, están ubicadas en zonas de riesgo.
La misma directora de Manizales Cómo vamos, Natalia Escobar Santander, en sus juiciosos informes, alertó en el blog del diario El Tiempo que el “70% de las muertes se producen por causas que se consideran evitables, y ni qué decir sobre el medio ambiente, que se raja en todos los indicadores”. A lo anterior ha de sumarse, la lamentable cifra que según el IDEAM, coloca a Caldas con un escandaloso 81,9% de erosión de sus tierras, y donde según el DNP en el 61% de los POT se delimitaron erróneamente los suelos de protección. Con este panorama, yo no me siento tranquilo, así tenga un 0,05% de posibilidades de morir en un deslizamiento. ¿Qué vamos a hacer?”
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