El próximo 11 de marzo, enfrentaremos una nueva elección para la conformación del Congreso de la República: 102 senadores, 166 representantes a la Cámara, además de las curules para el nuevo movimiento de las Farc. Quienes resulten electos, recibirán una remuneración de manera permanente, adoptada desde la reforma política de 1936, y que buscaba precisamente garantizar su independencia (supuestamente).
Luego surgieron los famosos “auxilios parlamentarios” que permitieron la construcción de obras en los lugares donde votaban por los propios congresistas. Y claro, otra platica que se le perdía el rastro. Ahora, la nueva oleada son los famosos “cupos indicativos” conocidos popularmente como “mermelada” que otorgados por el gobierno a los congresistas amigos, han sido “libremente negociables” como letras de cambio y aplicables en todo el territorio nacional. A raíz de este “negocito”, recientemente la Corte Suprema de Justicia, decidió abrir investigación preliminar contra más de 50 congresistas de una lista de 200. Entre los 50, se encuentran los caldenses Adriana Franco y Mauricio Lizcano.
La Corte indagará, de manera similar cómo se hizo en la reelección de Uribe (la famosa Yidispolítica), si la propia de Santos también estuvo precedida de nombramientos y mermelada. ¿Será que no? A tan penoso tema, se suma ahora, la demanda contra la congresista Luz Adriana Moreno, por sus reiteradas inasistencias a las sesiones, algo así como perder la materia por faltas. Este panorama desalentador, no es de ahora, pues hace ya unos 65 años, Guillermo Fonnegra Sierra escribió el libro “El Parlamento Colombiano” donde relata el vergonzoso y poco mencionado caso de la muerte “a punta e´bala” en la sesión del 9 de septiembre de 1949 (otro 9, como el del Bogotazo) y en el propio Congreso, de los liberales Gustavo Jiménez y Jorge Soto del Corral, a manos de varios conservadores, entre ellos, Carlos del Castillo.
Comenta la prensa de entonces que no hubo ningún condenado por dichos hechos, a pesar de que los resultados forenses dieron cuenta de la existencia de unos 40 balazos. Por aquel entonces (no sé ahora) era usual que los congresistas, como en las películas de vaqueros, anduvieran armados y se echaran sus traguitos en el recinto, convertido en toda una cantina (no sé ahora).
Volviendo a las elecciones, es equivocado pensar que la democracia es solo el ejercicio de votar; a eso se ha reducido en Colombia que es distinto, pues en países como Cuba, Corea del Norte, Venezuela y China también se vota, así como en USA. Por eso, entiendo a muchos colombianos que no votan ni votarán, pues no ven ni sienten que tan sublime acto se vea reflejado en bienestar o prosperidad general, o al menos en una mejoría de su cotidianidad, máxime si se tiene en cuenta que el pensamiento económico de occidente es por antonomasia antidemocrático, pues si quiere calidad en salud, educación y cultura debe pagar por ella.
Sin embargo, el voto también es un deber, lo cual implica un ejercicio responsable en el elector, pues así como hay congresistas que han metido las “patas” y las manos, hay otros que merecen y han merecido ser juiciosos representantes: Robledo por ejemplo, ha sido varias veces y sin mermelada, el Senador más votado del país. Yo votaré, por la sencilla razón de hacer tangible y perdurable la expresión del poder soberano, lo que llama la Constitución “el pueblo”.
Adenda: Félix Chica, candidato a la Cámara por el partido Conservador, cuando era diputado lideraba la necesidad de desarrollar la “via del renacimiento”. Seguramente saldrá electo, y entonces habrá carretera digna entre Sonsón y La Dorada. Estaremos pendientes.
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