Es sabido, que desde el pasado mes de enero, rige en Colombia el flamante Código Nacional de Policía o Ley 1801 de 2016. Todavía me pregunto, por qué será que nos gustan tanto las prohibiciones, las restricciones, el ser observados, medidos, esculcados, tocados, sobados y mirados, y eso que el artículo 13 de la Constitución dice que todas las personas somos libres e iguales ante la ley.
En términos sociales, económicos y políticos es mucho más fácil y barato prohibir y castigar que educar. En la expedición del Código de Policía no fue necesario construir escuelas, colegios o universidades, ni entrar en diálogo con las asociaciones de alcohólicos o de drogodependientes. Como todo en botica, hay personas que educan sexualmente a sus hijos (educación), y otras que simplemente no les dejan salir con sus novios (prohibición).
Por eso, no me cabe la menor duda, que el gran número de demandas de inconstitucionalidad que se presentaron frente al Código ante la Corte Constitucional, lo dejarán como una colcha de retazos. Uno de esos puntos tiene que ver precisamente con el consumo de bebidas alcohólicas. Dice el numeral 7º del artículo 140 del Código de Policía, que queda prohibido el consumo de bebidas alcohólicas en el espacio público. A su vez, el artículo 139 define lo que debe entender por espacio público, y que no es más, que la repetición de lo establecido por el artículo 5º de la Ley 9 de 1989 sobre planificación del desarrollo municipal.
Vía pública y espacio público son dos conceptos diferentes: este último comprende tanto los bienes públicos como los privados, como lo son por ejemplo los antejardines y las zonas de retiro de las edificaciones, y que es precisamente donde funcionan la gran mayoría de los negocios de bebidas alcohólicas del Cable, Chipre, Milán y muchos barrios populares. Pero los congresistas, por hacer bonito, resultaron haciendo feo o como dice otro populoso refrán, resultó peor el remedio que la enfermedad.
Antes, el problema de los bares era el ruido. Ahora será, la venta y consumo de licores, que simplemente no se puede, ahí sobre la acera, el antejardín, la zona de retiro o el área adyacente a la vía pública, o sea el espacio público. Así quedó la norma, no es culpa mía. Pero el problema no es el consumo; el código castiga que se haga a la vista de todos. Así que tocará, que los negocios incorporen aire acondicionado o pongan cortinas rojas como en los “grilles” de Chinchiná, para que no se vea el pecado, pues de ahora en adelante a beber de puertas pa'dentro.
Lo paradójico será, que cuando una persona vaya con una “pola” caminando por la 23, todo un operativo de motorizados de la Policía lo abordarán y tenga su comparendo. Será necesario mostrar que hay autoridad, así sea con los más débiles, como cuando graciosamente dijo la Policía, que los pobres “chirrincheros” del parque Caldas si vuelven a beber allí serán severamente multados, así no tengan ni pa' un cherrynol, sabiendo que su problema es de salud pública y no de policía.
Desconoció el Código de Policía, las costumbres y culturas de los pueblos, como tomarse un guaro o una “fría” pa' “la seca” al pie del parque, como en Victoria, Supía, Santa Rosa, Chinchiná o La Dorada. Se acabó la guachafita. Sin embargo, no hay de qué preocuparse, nada pasará, pues así como los colombianos somos buenos para andar prohibiendo todo en vez de educar, también somos buenos para andar haciéndonos los bobos o los de la oreja mocha cuando las leyes no nos favorecen.
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