Aunque la alocución original del latín es non sancta, para referirse al adjetivo de indecente o inmoral, si me pareció alusiva a nuestro Presidente de la República, símbolo de la unidad nacional y considerado por nuestra Constitución Política como Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y suprema autoridad administrativa (artículo 189). Y como la corrupción es el tema de moda, el propio presidente Santos realizó hace unos años, el prólogo de la obra de Bertrand de Speville “Superando la Corrupción” (Planeta, 2011) donde indicó entre otros aspectos que “estamos comprometidos a poner en marcha una política de Estado integral de lucha contra la corrupción que comprenda estrategias de prevención, investigación y sanción, así como de promoción de la cultura de la legalidad”.
Tan evidente retórica solo era para presentar dicho libro, pues es claro que el presidente estaba efectivamente comprometido pero en ayudar a sus amigos y al pobre Prieto. (La foto que publicó El Tiempo de su pobre casa en Miami no despertó ninguna reacción. Seguramente trabajando duro la consiguió. Deberían invitarlo a dar conferencias de emprendimiento para los jóvenes de este país). La verdad no he entendido por qué tanta gente anda escandalizada con los “torcidos” de las pasadas campañas de Santos y sus Uribistas. Si eso ocurre en unas presidenciales, imagínese de ahí para abajo. El problema es que nuestra capacidad de sorprendimiento no pasa de una mera reacción egoísta, pasiva y hasta complaciente.
En un estado de mayor madurez democrática, las calles estarían atestadas de ciudadanos pidiendo la renuncia de su presidente. Pero no pasará nada. Mientras tanto, seguiremos leyendo las magníficas obras sobre la corrupción, como la del profesor Hermes Tovar (Universidad de los Andes, 2014), a mi juicio, la mejor sobre estos sórdidos temas, y que si la Policía lo leyera tendría razones de sobra para cambiarle el nombre a su escuela de suboficiales; o la del periodista español Miguel Pedrero (Nowtilus, 2004), donde relata de manera gráfica, la inolvidable visita que en junio de 1999, hizo el señor Michael Grasso, por aquel entonces director de la bolsa de Nueva York, al desaparecido comandante de las Farc Raúl Reyes en la zona del Caguán, para que invirtieran la platica de la guerrilla en dicha bolsa. O la bien traída exposición del profesor Lindarte de la Autónoma de Manizales, en El Tiempo (19.03.2017) sobre la corrupción en Colombia.
En un país dividido por la política, la corrupción también tiene sus adeptos y detractores y es hora de que estos últimos no pierdan la esperanza. Propuestas como la de la senadora Claudia López de una consulta popular para llevar a la cárcel sin beneficios a los corruptos, disminuirles sus honorarios, obligarlos a mostrar sus cuentas y no reelegirlos por más de dos períodos merecen el acompañamiento ciudadano. Urge un despertar cívico y democrático de no tolerar más la falsificación de certificados para ingresar a la universidad; de no vender o negociar las pensiones; de no vender el voto. Las condiciones están dadas para una opción alternativa del poder presidencial en las próximas elecciones del corte de Fajardo, las López, Navarro o Robledo. Quienes por décadas han tenido el poder, no han logrado cumplirle a la sociedad con la dignificación del ejercicio de la política. Por eso, no es de sorprender que la sabiduría popular comience a florecer, como en días pasados cuando abordé un taxi para ir a la Clínica Versalles y hablando con el conductor sobre el proceso de paz y la llegada de guerrilleros de las Farc al Congreso me dijo: “Navarro y Petro pasaron por allá y al menos esos hps no se roban la plata”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015