El pasado 22 de septiembre tenía un tiquete por Avianca para asistir al festival Cuna de Acordeones en Villanueva, Guajira. Por la notoria huelga de pilotos de esta aerolínea, el vuelo fue cancelado. De por medio había un contrato y me pregunto, ¿quién me incumplió? Pensé en lo que muy pocos medios han analizado, y es el papel del Estado y de los consumidores, como lo hizo por ejemplo, el editorial del diario La República del 27.09.2017, según el cual “queda al descubierto que no es bueno depender de una sola aerolínea que en medio de sus problemas es eficiente y que se cuenta entre las mejores del mundo, pero un país con más de 45 millones de pasajeros entre los viajes domésticos e internacionales merece mayor competencia para no depender de una sola empresa”.
Y es aquí donde se encuentra el fondo del asunto: con un lenguaje seudoestratégico, el accionista Germán Efromovich y su presidente Hernán Rincón, han dicho reiteradamente, que la huelga, además de ilegal es “inmoral”. Según datos de la Aerocivil en su informe del año 2016, Avianca movilizó el 57,3% del mercado en vuelos nacionales, Lan Colombia un 17,8% y Viva Colombia un 13% que no le hacen ni cosquillas en términos de competencia, pues quien tiene la mayoría simplemente manda.
¿Permitir la paulatina formación de un monopolio no es algo inmoral? ¿Cómo ha permitido la Superintendencia de Industria y Comercio, en su silencio, que esto ocurra? Lo sucedido con Avianca era absolutamente predecible. Recordemos el penoso e inmoral episodio de la fusión en el año 2001 entre Avianca, Sam y Aces, que llevó al desaparecimiento de esta última, a pesar de haberse negado dicha integración por parte del Superintendente de Industria y Comercio de entonces, Emilio José Archila, al considerar que se podría conformar un monopolio: dicho y hecho. Pero el obstáculo generado por este funcionario fue superado por el gobierno, con la complacencia de estas aerolíneas, nombrando a otro Superintendente que dijera que sí se podía: así funcionan las cosas en Colombia.
La Constitución Política pregona (artículo 333), que la competencia es un derecho de todos que supone responsabilidades, que es precisamente lo que no se ve. La competencia, por esencia, implica un marco democrático para su ejercicio, entendido este como la posibilidad de poder elegir libremente un prestador del servicio. Que volar desde Pereira a Bogotá sea más económico, no es tanto por aviones de mayor capacidad, sino porque allí hay más competencia (Latam y Viva Colombia).
Para el caso de Manizales, con el ingreso de la línea de bajo costo Easyfly, no se podrá captar más del 20% de la demanda actual, pero peor es nada. A lo anterior se suma nuestra precaria condición de consumidores, al desprendernos de problemas que nos incumben, y a pesar de la existencia de acciones populares, para la defensa y promoción de la libre competencia económica.
El conflicto laboral en Avianca ha dejado en evidencia la urgente e inaplazable necesidad de construir un aeropuerto para Caldas y la región que fomente la competencia ante la creciente demanda de pasajeros. La Nubia, merece agradecimientos, pero su ciclo hace rato está vencido. Ya es hora que podamos ejercer el derecho de viajar no por donde nos toca sino por donde queramos, pues el problema no es la huelga de esta aerolínea, sino que la misma recae sobre una empresa que ejerce una posición cada vez más dominante del mercado. Por ahora, que Avianca siga vendiendo tiquetes, pero no le queda bien que entré a dar clases de moral.
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