En días pasados recibí la visita de mi suegro quien provenía de Abejorral. De paso por la casa, le ofrecí tintico a base de aguapanela y le puse unas cancioncitas de guasca o carrilera, como le llaman también. Encantado, me dijo que yo sí tenía música muy buena en ese celular; yo le dije que eran de “yutú” y que sonaban por “blutú”. Yo no sé si me entendió, pero a los ocho días me trajo una memoria de 16 gigas, y me dijo que si se las pasaba. Yo pensaba buscar uno de esos bafles móviles de la 23 y comprar una, pero dudaba de la variedad y calidad de los temas.
Comenzó de esta manera una ardua tarea que me tomó más de tres meses de lectura, revisión, selección y grabación. Adquirí el libro del médico egresado de la Universidad de Caldas Alberto Burgos Herrera, “Música del Pueblo Pueblo”, y quien hizo una importante compilación de este género. La búsqueda de la música Guasca o Carrilera me transportó, al inicio de la convulsionada época de la violencia por allá en 1930. En las tiendas y fondas no solo llegaban las recuas de mulas, sino los primeros desplazados por la violencia, a tomar cerveza y aguardiente acompañados de música montañera o sea guasca, la de los campesinos.
Lo de Carrilera obedecía a que se podía comprar precisamente por donde pasaba el tren, de allí que se considere que hablar de música guasca, es hablar de música carrilera, campesina, montañera, o “para tomar aguardiente”. Relata Carolina Santamaría en su texto sobre Vitrolas, Rocolas y Radioteatros (2014), que la música carrilera, era la expresión popular y barata de las nacientes empresas disqueras para atender una demanda de público (los campesinos) que en condiciones normales no podían acceder a las costosas colecciones de rancheras, boleros y tangos, importadas por las primeras casas disqueras, como Sonolux, Silver, Ondina, Codiscos, Victoria, Metropoli y Fuentes entre otras. Por eso, se dio vida a las versiones criollas del tango, llamado de “arrabal” del tipo Margarita Giraldo, mejor conocida como Lidia Méndez, Óscar Agudelo o el Caballero Gaucho.
En la temática de este género se abarcaron no solo canciones de despecho, traición y dolor del alma, sino también de puro contenido político. Veamos: Lucha López y Libardo Álvarez, en el corrido “El Gallo Tapado” de 1966, relatan la disputa presidencial del candidato del Frente Nacional Carlos Lleras Restrepo y el liberal José Jaramillo Giraldo. “Ya no queremos más discursos ni promesas, solo anhelamos no tener necesidad, buscamos uno que conozca la pobreza, que no haga rosca con la alta sociedad” termina diciendo la canción. En 1959, Los Chamaquitos (Isaura Zapata y Luis Eduardo Gutiérrez), grabaron con el sello Fuentes el corrido “Abajo Los Tiranos” en reconocimiento a Fidel Castro en su lucha contra Batista, y por la caída del presidente Juan Domingo Perón en Argentina y los dictadores Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y Gustavo Rojas Pinilla en Colombia.
Lamentablemente, para muchas personas, la música guasca o carrilera es una expresión indecente o poco elegante que se le relaciona con cantinas, meseras, borrachos y sinvergüenzas. Por eso sigue relegada a su espacio natural de conservación, que son precisamente los lugares de acopio de los campesinos, como las plazas de mercado. La música guasca es la expresión más democrática de un sector tradicionalmente excluido de la sociedad, que a través de sus canciones, no solo se divierte sino que denuncia y desarrolla una expresión cultural poco estudiada en nuestro medio.
PDTA: Si tiene discos viejos de guasca y carrilera pa votar, yo se los recibo.
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