Cuando algo huele muy mal, generalmente hacemos dos cosas: nos tapamos la nariz y decimos ¡fo!, expresión muy latina, indicadora de nauseabundo y ascoso, que permite describir la mejor manera de reaccionar frente a la corrupción, que sin control descompone las buenas costumbres y claro está, el llamado orden institucional.
¿Qué lugares de Colombia podríamos recorrer sin tapabocas? Es un error pensar que la corrupción está gravitando solo en el sector público. Basta mirar los famosos “carteles” del cemento, del papel higiénico y de los cuadernos, investigados y sancionados por la Superintendencia de Industria y Comercio, y siguen ahí tan campantes, sin perdón, sin indemnización, sin sonrojarse y proclamando sin duda, que Colombia es una maravilla para trabajar, perdón, para robar. Y es que de las estupideces de nosotros los consumidores, casi siempre sacan ventaja los liderazgos de empresas sin escrúpulos, que con publicidades enternecedoras de perritos y bebés, logran el beneficio del silencio, del perdón tácito.
Resultaría extraño encontrar un colombiano, que no conociera y de manera personal, al menos un caso de corrupción. Recuerdo que cuando prestaba servicio militar, el malacaroso y malvado capitán Pico, me envió a una droguería de Pailitas en el Cesar por una cuantiosa cotización de medicamentos, que luego hizo pasar como factura de compra para robarse la plata; de esta manera nos quedamos sin con que atacar los terribles hongos que nos daban debajo de los testículos, y que tocaba combatirlos a punta de Menticol, Fab o sal.
Luego pude conocer algunos profesores amigos del magisterio, que para acceder al derecho de permuta de una plaza por otra, debían pagar por dichos traslados, práctica que tengo entendido, se sigue desarrollando entre muchos de estos “educadores” como algo “normal”. ¡Hágame el favor! Ni qué decir de una exfuncionaria del municipio de Manizales, que debía compartir un alto porcentaje de sus ingresos con el concejal que la había recomendado para el puesto. O los pagos que muchos conductores hacen a muchos policías para evitar un comparendo.
Todo se va resumiendo, a lo que Mauricio García Villegas plantea en la cultura del incumplimiento de las normas, que pasa incluso por los exámenes universitarios, donde la copia o el plagio de exámenes y trabajos, se ve como una causal justificativa para alcanzar una buena nota. Y en el reciente y fatal accidente del bus en Ecuador, quedó en evidencia que los documentos habían sido alterados, para poder acceder a unos pesos de más; y nada tan sencillo como obtener una declaración extrajuicio falsa, para la venta o cesión de pensiones en favor de falsos compañeros o de matrimonios fingidos que buscan inmerecer las preciadas prestaciones.
Por eso la consulta anticorrupción del próximo 26 de agosto debería ser votada afirmativamente por todos los colombianos, por el simple hecho de mostrar que hay un poder soberano que ha de prevalecer sobre un desprestigiado Congreso de la república. La ausencia de una ley de la proporcionalidad de las actividades, es lo que a juicio del escritor, filósofo y abogado Fernando González Ochoa (Una tesis) constituye la principal causa de la corrupción de la democracia. De allí que prefiera hablarse de democracias buenas o malas, según el momento y lugar. En un puesto de votación muchos lo hacen a conciencia y otros porque simplemente les pagan; pero aunque todos votan, eso no significa que haya una buena democracia.
Creo que en Colombia debería existir el día del tapabocas, para no tener que hacer “fo” a tanto hedor que uno encuentra por donde quiera que anda. Claro, en Colombia tenemos una democracia, pero ¿será buena? ¡Fo! me voy mejor.
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