La famosa expresión “dormirse en los laureles” de origen español y muy usada entre nosotros, hace alusión a este árbol considerado por los griegos y romanos como protector, curativo y símbolo de triunfo, cuyas hojas tardan en marchitarse y sirven, incluso, para aderezar las comidas. Ya se podrá imaginar el confort de un colchón de laureles. En efecto, la frase se refiere fundamentalmente a alguien que alcanza algo con esfuerzo y luego se relaja.
Así, en días pasados, el alcalde de Chinchiná, Sergio López Arias, hizo levantar del colchón a más de uno, cuando vio la posibilidad de adherir su pueblo al área metropolitana centro occidente del departamento de Risaralda, con el fin de buscar opciones de desarrollo para su municipio, asunto frente al cual no solo tiene todo su derecho por permitirlo la ley, sino que es su responsabilidad, pues todo indicaba que en el pasado, las intenciones integracionistas con sus vecinos naturales no habían pasado del papel. Después de esta escena de celos, el alcalde de Chinchiná dejó de mirar para allá por ahora, y expresó su voluntad de asociarse con los otros municipios de la subregión centro sur: Palestina, Neira, Villamaría y Manizales. Ojalá y le suene la flauta y no vaya a quedarse el alcalde “sin chicha ni limoná”.
Uno de los retos: resulta increíble que para transportarse a Chinchiná, Neira o Palestina se utilice el mismo sistema como si uno fuera para Bogotá, Cali o Medellín. Veamos un ejemplo: los estudiantes universitarios de Chinchiná, Neira y Palestina que estudian en Manizales deben pegar un madrugón, para ir a las terminales de sus pueblos, pagando 8 mil pesos (ida y vuelta) en un vehículo que los deja lejos de las universidades; luego deben abordar un vehículo de transporte urbano para llegar por fin a clase de 7 a.m. y ahí van 3.600 pesos más (ida y vuelta). Y como uno con hambre no rinde, el corrientazo más barato vale 6 mil pesitos, pues Manizales no tiene restaurantes multiuniversitarios, salvo algunos programas y subsidios en algunas universidades. Súmele dos tintos de 500 pesos y un par de copias: total 20 mil pesos diarios. Y este itinerario solo de lunes a viernes le cuesta a una familia de estos pueblos la suma de 100 mil pesos semanales, que multiplicados por un promedio mínimo de 16 semanas académicas, nos da un total de un millón seiscientos mil pesos, muchísimo más de lo que la mayoría pagan por una matrícula especialmente en la Caldas y la Nacional que son las públicas. En términos porcentuales debe destinarse por lo menos el 54% de un salario mínimo al mes para cubrir estos menesteres. ¿Costoso para los vecinos estudiar en Manizales? Sin duda.
Con este panorama, cómo no van a estar disparadas las ventas de motocicletas. Ya algunas rutas urbanas de Socobuses, Unitrans y Autolegal se han venido acercando a localidades como La Violeta, Mateguadua y Alto Bonito, a un pelo de Chinchiná o Neira, lo que muestra que sí es posible llegar a lo que Villamaría tiene hace rato: tarifas y rutas urbanas con Manizales.
Aunque vemos que todos los esfuerzos y preocupaciones están concentrados en un necesitado aeropuerto decente y competitivo, que el Eje Cafetero no tiene, si una asociación de municipios no soluciona problemas como la movilidad local terrestre entre pueblos vecinos, ¿para qué entonces?; uno no puede esperar que las cosas cambien haciendo lo mismo. Mientras tanto seguiremos yendo a Neira, Chinchiná y Palestina como a la usanza antigua: madrugados, con tiempo, con transbordos y con la bolsita pal mareo.
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