El domingo tendremos el final de una campaña para elegir el Presidente de la República. Que definirá el rumbo que vamos a tener en el futuro.
Por un lado la candidatura del CD, con Iván Duque y Marta Lucía Ramírez, acompañados por los grupos políticos que se les sumaron y que nos han gobernado desde siempre. Entre ellos hay gente honesta, políticos de vieja y nueva data, representantes de todas las tendencias en las que se dividió el bipartidismo político, esos que quieren seguir aferrados al poder.
Con ellos tendremos la prolongación de eso que hemos vivido siempre como “republiquita”, con muchas posibilidades de que las condiciones empeoren para la mayoría, agravando las diferencias, haciendo que la brecha sea todos los días mayor, la concentración de los bienes y de la riqueza se aumente en pocas manos, haciendo que la distribución de los males se reparta entre la mayoría y se explaye por todos los rincones de Colombia.
Por el otro lado tenemos la opción de renovación de la clase política, con personas que desde distintos sectores, opuestos ideológicamente, han logrado confluir en la procura del bien común, poniéndolo por encima del bien particular. La redistribución de la riqueza, no acabando con los ricos, pero sí disminuyendo los millones de personas que viven en la pobreza, esos compatriotas que parecen no importarnos, pero que no podemos dejar de ver, habitan en esta Colombia excluyente, que sigue siendo un feudo con máscaras de democracia.
¿Cuál será la decisión de los colombianos? Nadie puede asegurarlo con certeza. Vencer a los “poderosos” unidos en defensa de lo que creen son sus derechos y no sus privilegios, será tarea difícil. Pero no es tarea imposible. Ellos están aparentemente muy seguros con sus maquinarias de manipulación masiva de la opinión; los compradores de votos, los empresarios electoreros. Esos muñidores de elecciones que tienen empresas de captación de votantes cautivos, son muchos, son una verdadera plaga, no tienen escrúpulos, carecen de conciencia.
Si los de Duque ganan, las ramas del poder no serían independientes, se disminuirían al punto de la manipulación total, para que el establecimiento político manipule a su antojo y conveniencia al poder judicial, que se supone independiente, pero no lo es; con eso lograrían, entre los dos, acrecentar el poder sin límite que tienen en este país los grupos económicos, que lo han manejado como una hacienda de su propiedad, desde hace mucho tiempo. En definitiva no podía ser distinto. El tramoyero mayor detrás de ese grupo es finquero, acumulador de tierras y baldíos; enriquecedor de amigos fieles y de seguidores útiles.
El resto de la gente, la clase media, el trabajador común, el asalariado, el pequeño empresario, el desplazado, el campesino, el desempleado, seguirán quedando al margen, sometidos a las consecuencias injustas de sus muy bien elaboradas propuestas, de sus organizados grupos de poder, que se encargarán de manejar el dinero público, entregado por los contribuyentes, para poder enriquecerse sin topes, sin retenes, con mucha impudicia y ningún freno.
Esa es la Colombia en que vivimos, en la que seguiremos viviendo, si como lo tienen previsto, con la ayuda de elaborados trucos y trampas continúan al mando de los destinos de nuestro país.
Nos queda la posibilidad de tener un Gobierno de coaliciones entre intelectuales, economistas, ecologistas, profesionales, conocedores de la política como ciencia y no como negocio, gremios independientes, jóvenes que esperanzados en un futuro mejor, sean generadores de cambio. Esos, entre otros, podrían conducirnos por la senda que garantice la redistribución sin exclusiones, mejores empleos. Educación para todos como piedra angular sobre la que se levanta una Nación digna; salud integral y universal, con prioridad en la prevención y efectivo derecho al trabajo. Agreguémosle el derecho a la vivienda, no como un regalo para mantener maquinarias, sino como el cumplimiento de lo que está establecido en nuestra Constitución, como Estado Social de Derecho, debemos poder hacer, para que el bien común “germine ya”, sea realmente común, una verdadera opción de mayorías.
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