Hablo de los candidatos a representantes a la Cámara. La política, no cabe duda, es un arte noble, degradado a la categoría de negocio perverso por aquellos que encontraron en ese grupúsculo de indecentes privilegiados (con excepciones que confirman la regla, valga la pena decirlo), que no merecen esos privilegios y que convirtieron en un filón inagotable, en el que encuentran: dinero, contratos, recomendaciones y padrinazgos. Una cámara de gazmoños.
Que un Departamento como Caldas tenga cerca de 56 aspirantes a ocupar esa posición, habla bien claro de lo jugoso y rentable que es el negocio. Una “pirámide” construida sobre los endebles cimientos de honores inexistentes, merecimientos nulos e intereses culos.
Pero tiene que ser muy buen negocio, aunque sea levantado sobre principios muy malos y pedestales endebles, para que tanto estúpido, tanto vivo, tanto aprovechado, tanto oportunista, tanto cretino con ínfulas de poder, se lance a su conquista e invierta no poco dinero, a pérdida si se suman los salarios que van a recibir, porque saben que recuperaran con intereses de usureros, multiplicada por mucho su inversión.
¿Cómo? ¿De dónde? Pues de las maniobras poco decentes, muy deshonestas e indecorosas que caracterizan a la mayoría de los que allí se reúnen, convirtiendo los recintos del Parlamento, en una cloaca llena de deshonor y pestilencia.
Que no nos vengan ahora con el cuento chino de que los mueven intereses limpios. No hay en esa corporación miembro que no tenga un gran “rabo de paja”, que se quemaría rápidamente si expuesto a la candela.
Pero en este paraíso de delincuentes de cuello blanco y de sepulcros blanqueados que tenemos en la Colombia política, nada es peor, todo puede hacerse sin escrúpulo alguno, con las manos manchadas y las conciencias negras. Eso, porque no es requisito para acceder a esa posición ser honesto, trabajador, honrado y transparente. Se necesita ser malabarista, tener formación en magia, para que no se note lo que hacen con las manos, ni sean evidentes las trampas. Trances con los que pasan de anónimos, sin que puedan ser sometidos al escrutinio público, que si lo fueran, serían descubiertos y castigados con muerte política e inhabilidad eterna.
¿Cuándo tendremos la capacidad de demostrar el poder real que tiene el ciudadano que elige? ¿Cuándo haremos valer la importancia que tiene el ciudadano, como el que manda y no como el que obedece? ¿Cuándo nos sacudiremos de esta camisa de fuerza que nos han impuesto, para poder manejar el país a su antojo? ¿Cuándo, unidos todos, nos sacudiremos de este estado de villanía en que vivimos y les demostraremos el valor que tiene un pueblo que esté dispuesto a poner contra la pared a los que encargados de manejar lo que es de todos, se adueñan de los recursos de la gente y se enriquecen escondiendo los capitales a los que se hacen robando, sobornando o exigiendo “tajada” en su labor deshonrosa?
Solamente cuando tomemos la determinación de no permitir que la política sea el mejor negocio del mundo, compitiendo con deshonra con el narcotráfico y la trata de personas, los haremos entender que son empleados de nosotros; que por caros que nos salgan, nos tienen que rendir cuentas. Que no pueden robar impunemente. Que no pueden tener honores que no merecen. Que no pueden hacerse a fortunas de mano de la impunidad e indiferencia de un pueblo adormecido, que acepta sin queja las condiciones que ellos establecen y las trabas con las que legislan, con leyes que ellos hacen para que no sean investigados fácilmente, para poder salir impunemente de sus actos deshonestos y sus actividades sucias.
Es hora de despertar y vigilarlos con lupa. Que sepan de una vez por todas que estaremos al acecho, que los cazaremos como a moscas, cuando osen pisotear el honor y la dignidad que es de todos los colombianos. No podemos permitir más impunidad. No podemos aceptar más deshonra.
Si no comenzamos a hacerlo ya, si no denunciamos sus desmanes, si dejamos en silencio que utilicen testaferros y cómplices, si permitimos que queden en el silencio y el anonimato, ellos acabarán con los restos que nos queda de dignidad, con lo poco que nos queda de patria. ¡No tienen derecho!
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