La polarización política en Colombia no acaba. Sigue más vigente que nunca, renovada, actualizada en entrega de última edición. Diariamente un acontecimiento nuevo nos recuerda el país en que vivimos. Recuerdo que viene a nuestra memoria, como un “Déjà vu”, distorsiones anormales de la recordación, en las confusas cosas que pasan como simples representaciones, con recuerdos auténticos, como si fueran falsos recuerdos, que sustituyen hechos reales que no se pueden recordar bien. Pero no, aquí se trata de una paramnesia del reconocimiento, del que tenemos certeza hemos vivido experiencias previas.
Nos pasa porque somos un pueblo sin memoria, con la realidad tergiversada, una alteración de la remembranza, con una sensación salida del “reino de los sueños”, en el que las experiencias que estamos viviendo hoy, las hemos vivido con anterioridad en el pasado no lejano.
Creíamos con ingenuidad y bobería, en el cuento de una renovación en lo político y en lo social. Nos enfrentamos a una realidad tajante y cruda, que se nos pone de frente, para hacernos saber, que seguimos reeditando el pasado, como un acto de “renovación”, que nos llevará por senderos iguales a los que hemos recorrido, frustrando nuestro progreso, nuestro desarrollo como Nación y como sociedad.
Existen los políticos, para demostrarnos que el desarrollo de Colombia, lo hacemos en reversa, volviendo a repetir la tradición de enredo, mentira y patraña que hemos vivido durante años de historia republicana.
La historia nos demuestra que volvemos a nuestro poco glorioso pasado, ahora llevado a su máxima expresión de retroceso conceptual e ideológico, algo inaceptable en un mundo que cambia todos los días, del que estamos rezagados, en lo referente a una sociedad decente, incluyente, justa, digna, amiga de la paz, enemiga de la violencia. Una sociedad que trabaje unida en procura del bien común. Una comunidad de valores y principios que no tenga en la cultura mafiosa, el culto a la deshonestidad y la deshonra, su carta de presentación, por la que somos reconocidos buena parte del mundo.
Se recrudecen, como pasó desde el 2002, las amenazas, las muertes a manos de una organización que no existe, que no tiene nada de águila, pero que es muy negra. Eso es el sicariato sirviendo al “poderoso” de turno, matando líderes y opositores, porque la cultura mafiosa de muchos de los que nos dirigen, necesita de zozobra y miedo permanente, para poder ejecutar sus planes de líderes emergentes, que convirtieron la política, en un vil negocio de enriquecimientos ilícitos, de despojadores de tierras, de desplazadores de comunidades enteras, sacadas de sus nidos, para ponerlas a caminar por el siniestro sendero de “la inseguridad no democrática”, de la violencia como un reflejo de una parapolítica de Estado.
Los acontecimientos después de la segunda vuelta, nos hacen recordar esos años del gobierno de quien se hizo reelegir, para acabar con las instituciones, volver trizas la justicia y hacerse a entes de control, fabricados a la medida de sus necesidades. No podemos dejar que impongan su “ley”, porque estaríamos condenados a una “dictadura”, escondida con careta de democracia de papel, que puede romperse o tacharse al antojo del que manda, o del que hace mandados, que parece es lo que vivimos.
Ahora han sido anunciados con bombos y platillos, los nuevos personajes que ocuparán los puestos burocráticos más altos del Estado. La renovación prometida por el elegido, no era renovación, era solo el sofisma para atrapar incautos. Entre los nombrados hay corruptos de vieja data, líderes de grandes conglomerados económicos, que estarán haciendo que la política funcione en pro de sus intereses particulares, sin que les importe algo el bien común, que a pesar de ser bien y ser común, es lo mas escaso que tenemos en Colombia. Aquí los intereses de los gamonales están por encima del bienestar general. No les interesa la construcción de una Colombia digna, porque eso no produce dividendos, ni permite acaparar bienes y tierras.
Iván Duque no ha comenzado a gobernar, pero ya mostró su verdadera faz, esa que no tiene canas, ni la figura maquilada. El antifaz que le pusieron para venderlo, se cae a pedazos y no ha comenzado a gobernar aún.
Pobre Colombia con dirigentes de tan poca estatura moral, de tan bajo nivel ético, de tan profundo desprecio por la legalidad y la solidaridad con las mayorías. Un pueblo que no elige bien, está condenado a ser gobernado por lo peor de su clase política, demostrando que la democracia así concebida es el disfraz de una meretriz con la que se esconden dictaduras solapadas.
“Bienvenidos al pasado”.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015