No es fácil hablar de la corrupción como una vergüenza, en un país en el que se la tiene casi como una virtud, un comportamiento impunemente permitido, que creen hace parte de la naturaleza humana. Hablar de ella en medio de tanta gente sorda con oídos que escucha murmullos casi inaudibles; de tanto ciego con ojos que ven con claridad lo que les conviene; de tanto mudo que puede hablar y lo hace con algarabía sobre otros menesteres.

En fin, vivir en una sociedad que no quiere oír, ver o hablar claro sobre la corrupción que la rodea, de los corruptos que conocen, es como arar en el mar. Para muchas palabras vacías, argumentos estultos, pensamientos baladíes a los que no vale la pena invertirles tiempo, ni prestarles atención.

Pero es por esa actitud frente a la corrupción que nos convertimos en lo que somos: los espectadores silenciosos de la gran farsa ética y moral en la que vivimos. Los testigos que ven su accionar y no se inmutan, porque el que se atreva a ponerla en evidencia tendrá como castigo el arrollador golpe de la pesada maquinaria de los deshonestos, que tienen todo el poder para aniquilar civil, moral o físicamente a quien se atraviese en su camino. Un poder que les ha sido dado, paradójicamente, por los mismos que callan, no escuchan y no ven.

¿Qué legado dejaremos a los que nos suceden en este camino sin retorno que es la vida, que puede mirarse para atrás, pero solo puede vivirse hacia adelante? ¿Estaremos condenados a ser esclavos sin cadenas de los corruptos y, con ellos, de la corrupción que nos rodea, esa que afecta directamente, deteriorando nuestras vidas? ¿Cuándo comenzaremos a usar los dedos para señalarlos, donde quiera que se encuentren? ¿Cuándo tendremos el valor de usar la mano para ponerla sobre la llaga en que ellos han convertido nuestra Nación? ¿Seguiremos dejándolos actuar impunemente, deshonestamente, sin que sean vistos como la escoria de nuestra sociedad?

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Estamos a la espera de una determinación del Consejo de Estado para resolver la situación jurídica de Guido Echeverri, en la Gobernación de Caldas. En un proceso que tiene un promotor corruptísimo, sin escrúpulos, López Domínguez. Y le quieren torcer la columna vertebral a la justicia alegando que estaba inhabilitado, cuando eso no es cierto. Una venganza obsesiva que prometió este, llevaría a cabo.

“La nulidad es, en Derecho, una situación genérica de invalidez del acto jurídico, que provoca que una norma, acto jurídico, acto administrativo o procesal deje de desplegar sus efectos jurídicos, retrotrayéndose al momento de su celebración”.

La declaración de nulidad puede ser ex tunca (nulidad retroactiva, se revierten los efectos producidos con anterioridad a la declaración de nulidad), oex nunc (nulidad irretroactiva, se conservan los efectos producidos antes de la declaración de nulidad).

Ex tunc es una locución latina, que en español significa literalmente "desde siempre", utilizada para referirse a una acción que produce efectos desde el momento mismo en que el acto tuvo su origen, retrotrayendo la situación jurídica a ese estado anterior. Se opone a ex nunc, que se traduce como "desde ahora" (hacia el futuro).

Quiere decir que Guido Echeverri no había sido Gobernador. Porque la nulidad de su primera elección, deja sin piso la inhabilidad alegada. Y si no fue Gobernador, nada impedía que fuera candidato y que lo eligieran como en efecto pasó.

El Consejo de Estado está en mora de resolver esta situación que afecta a Caldas y mantiene al Departamento en un limbo jurídico que es necesario resolver. Los otros procesos contra el Gobernador suspendido no tienen efecto hasta que sobre ellos se dicte sentencia condenatoria. Y si lo condenan, pues que pague sin contemplación por ellos.

Caldas no merece esa suerte, ni los políticos corruptos que tiene.