"La corrupción es el lubricante de la política, pero en el caso de la democracia es su combustible. El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente; Por la misma regla de tres cabe decir que el poder democrático corrompe democráticamente. La democracia como la "única religión en un mundo sin religión."
Aquilino Duque
Continuamos hablando en nuestro cotidiano de la corrupción y su enmarañado proceso de formación. Una especie de selva virgen, más basurero que selva, con barreras insalvables, para quienes quieren adentrarse en ella, en el intento de ponerla en el banquillo para desenmascararla.
Pero no es fácil, la corrupción y los corruptos han llegado a tal grado de sofisticación, de meticulosidad en el detalle con el que hacen sus trampas y roban un país, que es casi imposible seguirles el paso, reconstruir el recorrido que hicieron, o mandaron a hacer, o el que les hicieron sin mandarlo, con un simple guiño, de esos que son lenguaje no verbal en las mafias y grupos de fanáticos o delincuentes, para intentar armar el rompecabezas que hicieron, en el que como en los laberintos bien planeados pueden tener muchos lugares de fuga, en un país que es laxo con los delincuentes de cuello blanco y generoso con los defraudadores del Estado, que violando la ley de la gravedad, y contra todo lo pensable en sana lógica caen para arriba.
La corrupción es pan cotidiano, hace parte de nuestro día a día, se mueve entre nosotros sigilosa pero desafiante, como dejando el mensaje de que el que se atreva a tocarla saldrá mal librado. Para eso tiene muchas armas de retaliación y de venganza: las de los burócratas insensatos, empedernidos y crueles que toman retaliaciones contra quien la denuncia. Esos carga maletas que no están allí por sus méritos, sino por las recomendaciones y los padrinazgos de algún cacique político, en general tan corrupto, si no más corrupto que ellos.
Tenemos la corrupción de los politiquillos, seres empedernidos y crueles que aman su puesto pero odian su trabajo. No tienen más filosofía que la nómina, ni más esperanza que la quincena. No están allí por sus méritos, sino por sus recomendaciones y sus padrinazgos, escogidos con perfecta revisión de sus “ridiculum Vitae”, para estar seguros cumplirán los cometidos que se les encarguen.
Esos, que conforman una horda inmensa de fieles “soba chaquetas”, están a la orden del día para hacer lo que mande “el que manda”, el “Gran jefe”. Lamentablemente en Colombia el que manda en los grupos políticos, la mayoría de las veces, es el máximo representante del lurio, la estupidez, de la indecencia, de la deshonestidad y de la falta de principios, de la ausencia de límites éticos, y de la ausencia total de escrúpulos.
¿Qué puede esperarse de sus segundos, elegidos por los primeros, sacados no al azar, sino del montón de bastardos que han convertido la política en un basurero fétido, lleno de pestilencia, repleto de todas las miserias con las que se puede engañar y manejar una sociedad, sin que alguien diga algo, porque los dueños y participantes de ese “Bronx” politiquero, son alimañas de la más baja estofa?
No puede esperarse algo diferente a la repetición permanente de un estribillo lleno de cinismo y deshonra, una sonata ya desgastada y siempre oída, en la que sin ritmo cadencioso, hacen una alegoría a lo peor que tenemos como sociedad, a todas las vergüenzas que cargamos encima, a todos los males que nos acorralan, sin que los hayamos enfrentado, para hacerlos salir despavoridos, porque así como son de fuertes en la formación de grupos de inescrupulosos, son débiles y frágiles, cuando puestos en la palestra de lo público, única picota que los frena, que es a lo único que le tienen miedo, a ser esculcados delante de todo el mundo.
La corrupción nos invade desde el norte hasta el sur, desde el occidente hasta el oriente, no hay rincón en Colombia donde ella no haya pasado haciendo de las suyas, dejando una estela de desolación, desesperanza y pérdida de fe en nuestras instituciones.
Los corruptos de todas las pelambres se exhiben orondos y pandos como si fueran la representación de una Nación, que por la desgracia de tenerlos es una patria que sigue siendo boba y que parece no tener remedio. ¿Cuándo la enfrentaremos de verdad, sin que importen los compadrazgos, ni las complicidades? ¿Cuándo tendremos el valor civil de enfrentarla de una vez por todas para erradicarla de nuestro cotidiano? Lejano no este el día en que cansados de tanta miseria humana, de tanto despilfarro, de tanto saqueo al erario, nos levantemos todos para protestar, exigir, denunciar, señalar y comenzar a ponerle fin.
No podemos permitir que esta Colombia que tenemos como Patria, sea una cloaca, en la que anidan sin vergüenza alguna, todas las raposas que hemos dejado crecer sin detenerlas.
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