Nos enfrentamos cada día al desafío de escuchar una nueva olla de podredumbre destapada. Creemos que cuando eso pasa, trae consigo una solución y el colateral castigo. Pero no. Nos quedamos pasmados, cuando vemos que los escándalos de corrupción, son una cadena sin fin, que hace parte de nuestro cotidiano, sin que a los que la ejecutan y se lucran de ella, les pase algo, reciban su merecido, sean privados de la libertad y eliminados para siempre de la posibilidad de volver a fungir como funcionarios públicos o contratistas.
Pero como bien lo decía Mark Twain: “Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados…”. La corrupción hace metástasis rápidamente, invade todo un sistema, infesta toda una sociedad, en lo público y en lo privado, sin que alguien tenga las agallas de enfrentarla y sacarla de donde se queda, porque hacer cualquier cosa contra ella, tiene represalias, de los supuestamente poderosos, esos memes débiles en lo personal, sin estructura en el andamiaje de los principios, faltos de ética y límite, carentes de moral.
Este país es una caja de Pandora. Salen a diario todas las purulencias de los que nos gobiernan y no pasa nada. Se hacen públicos los escándalos de los funcionarios públicos, con pruebas irrefutables y no pasa nada. Se evidencian los desvaríos de la poli-clase, su falta de honor y honestidad, pero no pasa nada. La mayoría los sigue, con fe ciega, que esa fe es creer en lo que no ha pasado, no está pasando y no pasará. Es ciega, porque no ve como le meten las manos en los bolsillos para arrebatarle lo bien ganado, con la ingenuidad de quien cree que el que promete cumple.
Bien lo dice el dictado popular: “Uno promete hasta que la mete, pero después de haber metido, se olvida lo prometido”. Eso pasa cada vez que estamos en proximidad de elecciones. Cada candidato hace una lista interminable de promesas, que ganarán el voto, pero que no va a cumplir. El problema no es solo que no cumpla, es que no le dépena ser incumplido, haber engañado a los que le escucharon, es que además se sienten orgullosos de ser tan “vivos”, tan avispados, tan tramposos, tan mentirosos.
Si nos levantáramos del letargo y de la indiferencia, arrearíamos a los funcionarios públicos como hatos de ganado, directamente a pastar, a trabajar, a cumplir con su función, a no robarse el presupuesto, a no enriquecerse con los dineros de los contribuyentes, a no adueñarse de los bienes públicos, a no favorecer a sus amigos y familiares, a no pagarse favores nombrando a sus compinches, para poder formar esa impenetrable costura de basura y podredumbre que tejen a diario, con cinismo, creyendo que es gran arte eso de engañar a los pueblos, con el único objetivo de enriquecerse a sí mismos.
Pero no les ponemos control, no los enfrentamos. Claro que la mayoría le teme a sus maquinarias, aplanadoras de poder, con las que pueden hacer lo que quieran, sin que alguien diga nada. El que levante la voz y señale al corrupto caerá en desgracia y será aplastado por el peso del poder, que no tiene escrúpulos, ni vergüenza, ni pudor.
Llevamos décadas de corrupción no controlada. Esa es la causa de todas las violencias, de todas las desigualdades, de todas las injusticias. No nos inmutamos. Si seguimos así, ¿qué otro país queremos tener? ¿Cómo pedir justicia, cuando no nos inmutamos con las injusticias de los otros? ¿Cómo pedimos oportunidades, si las dejamos arrebatar por los camaleones que ostentan el poder? ¿Cómo enfrentarlos sin miedo, con coraje, con determinación, sin que importen las consecuencias, ni nos preocupemos por las pérdidas que dejan las batallas?
Solo con la determinación de querer un país digno, departamentos bien gobernados, ciudades bien dirigidas, territorios bien resguardados, podemos recuperar la esperanza perdida, esa que fue la única que quedó en la caja de Pandora cuando salieron a flote todos los vicios y las concupiscencias humanas.
No podemos ser permisivos con gente que hace una alegoría al escándalo del ñoño Elías, Salvador Arana, del exfiscal Moreno, Alejandro Lyons, Maximiliano García Basanta, Leonardo Pinilla, entre otros. Ellos demuestran el punto de degradación al que hemos llegado. Es hora de levantarnos y enfrentarlos hasta hacerlos desaparecer de la vida pública de esta maltratada patria. Patria a la que tenemos como madre, pero a la que dejamos que traten como puta.
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