¡Señor presidente, China acaba de donar 1.000.000 de dólares para ayudar en la tragedia de Mocoa! ¡Rápido, hay que llevar esos 500.000 dólares a esa gente! ¡Si señor, ya mismo llevaremos esos 300.000 dólares!¡Señor gobernador, ya llegaron los 200.000 dólares que envió China para los damnificados!¡Perfecto , entréguenle los 100.000 dólares al alcalde!¡Señor alcalde, llegaron los 50.000 dólares que envió China!¡Muy bien, que los concejales ayuden a distribuir esos 20.000 dólares! ¿Señores concejales, como haremos para distribuir los 10.000 dólares que envió China? ¿Cuáles 5.000 dólares? (Anónimo)
Es viral en la red, pero lo es también en la cotidianidad de nuestra maltratada Patria. Parece un chiste, pero no lo es. Es la descripción exacta de una realidad que vivimos, sin que alguien se inmute. Ninguno hace algo al respecto. Todos saben que es la situación cruda que vivimos, pero a nadie parece importarle.
Si, es que la corrupción ha arrasado con todo lo que ha encontrado a su paso como una avalancha imparable, que produce desolación, pobreza y desigualdad. Una realidad que vivimos, pero ante la que nadie se inmuta, como si ella no fuera la causa de toda nuestra degradación como sociedad, de nuestra vergonzosa cotidianidad, en la que ya nada nos conmueve, en la que ya nada nos importa.
Es esa indiferencia, que se convirtió en una actitud característica de la “colombianidad”, a la que debemos la profunda e infranqueable brecha entre los pocos que lo tienen todo y los muchos que tienen nada. A ella le debemos la realidad de un país con un alto porcentaje de la población viviendo en pobreza extrema, al lado de otra parte de colombianos que con eufemismos cínicos, salidos de las muy brillantes mentes de nuestros dirigentes, salieron gracias a la política, de ese extremo y ahora conforman la franja de pobreza a secas, sin que a algún burócrata le preocupe en lo mas mínimo, lo que tienen que hacer los que permanecen y los que ya salieron de ella, para vivir el día a día, sin oportunidades reales de existir con dignidad, con oportunidades concretas que les permitan tener acceso a la educación, a la salud, al trabajo, a la vivienda. Ni siquiera hablar de la oportunidad que les es arrebatada para poder tener esparcimiento y descanso, distinto al descanso eterno.
Una situación que se repite en sus descendientes, que proliferan por montones y que encuentran en esa falta de oportunidades, en esa franja tan insalvable como ancha, la condición perfecta para padecer un manantial inagotable de desesperanza. He ahí la cuna en la que se anida buena parte de la violencia que padecemos, de ese horroroso de Colombia como Rodrigo “D” no futuro.
Pero esa desigualdad no nace por generación espontánea. Es el resultado de varios factores unidos, que necesitan abonar y cuidar el fango en el que se cultiva la poderosa y siniestra acción de la discriminación y la pobreza, para mantener el poder.
Entre esos muchos factores, están nuestras castas, que todavía creen vivir en feudos, con esclavos y sirvientes. Nada lo explica mejor que la desafortunada frase de una despalomada senadora, Paloma Valencia, que demostrando no tener limites, propuso en un trino, que no se sabe todavía si fue rebuznando, gruñendo o graznando, escribió: “Propongo un referendo o una consulta para que el departamento del Cauca se divida en dos”.
Vivimos en un país tan descompuesto, que la corrupción es pareja inseparable de la estupidez. Para darse cuenta de esa realidad, recordar lo que han dicho otros de nuestros poco honorables políticos: Rodrigo Mesa el diputado de Antioquia, quien asevero sin sonrojarse siquiera, con respecto a un plan de desarrollo que había presentado Sergio Fajardo, siendo gobernador de Antioquia, que “La plata que uno le meta al Chocó es como meterle perfume a un bollo”.
O la no menos desafortunada de la canciller María Ángela Holguín, autora de esta joya: “Déjenme decirles de manera cruda, la prostitución existe en todas partes, donde hay un hombre hay prostitución”, a lo que el caricaturista Matador respondió: "Señora canciller, en donde hay hambre hay prostitución”.
En fin, como bien o dijera Jorge González Moore, “La corrupción es causa directa de la pobreza de los pueblos y suele ser la razón principal de sus desgracias sociales”
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