Esta es la nueva película, de pésimo argumento y peor drama, realizada en los recintos del Congreso; una comedia barata, perpetrada por esos actores que tenemos, haciendo payasadas, posando de bobos, cuando son muy “avispados” y muy “vivos”; ultrajando los que debían ser templos de la democracia, convertidos por estos parlanchines, atolondrados, vivarachos y sinvergüenzas, con contadas excepciones, hay que decirlo; que convirtieron el Parlamento en un circo de mala muerte, de esos a los que no asiste casi nadie, ni siquiera los payasos y bufones que lo conforman, porque su actuación es muy mala y su espectáculo pestilente, es mucho peor.
Solo que aquí, aunque no vendan entradas, esos actores de medio pelo se ganan unas “taquillas” que son una vergüenza en un país como Colombia, en el cual, los actores de verdad son tan mal pagados y carecen de apoyo del Estado. La película era un Fasttrack, que fue convertido en un “Fast & Furius” (Rápidos y furiosos). Batió récord con ese “gorila” que ahora le metieron, porque ya no es suficiente con meternos “micos”, para gozar de impunidad absoluta, porque saben que son la clase más corrupta que tiene este país.
Los autores de esa película son pésimos, el guión es peor. Los actores traídos de la calle, con una dignidad cercana a la que tenían los habitantes del viejo “Bronx”, de quien por su proximidad debieron aprender bastante, siendo peores, creo, los primeros que los segundos.
Pero no hay vergüenza, ni para los unos, ni para los otros. Deben estar riendo a carcajadas, por saber que lograron en menos de un día, conseguir que tengan, por ley, carta blanca que les permite delinquir y robar sin pena, pero con gloria. Es que ahora lo aprobaron a "pupitrazo sucio", en lo que no tienen problemas. Intocables y vacunados contra la decencia, honestidad, las buenas maneras y mejores costumbres.
Pero están infestados por los “virus” incontrolables del descaro, la falta de ética, la ausencia de moral, de principios; la carencia total de valores, de honorabilidad y transparencia. ¿Cómo pedir coherencia entre lo que piensa, dice y hace una persona sin escrúpulos, carente de honorabilidad y decencia? ¡Imposible!
Hoy tenemos en ese circo, trapecistas que saltaron del trampolín de los partidos tradicionales, alegando estar cansados de “la corrupción de la vieja política”, a unas deformes colectividades de malas personas, el Cambio Radical o la llamada U, que inventó un hombre que dicen es el “innombrable”, aunque tenga a su servicio una “manada de buitres carroñeros”, para dar paso a la aplanadora de “la corrupción sin par de la nueva política”. Esos que no tienen más mérito para acompañar al depredador mayor, que haber sido los carga maletas de los segundos del “capo di tutti capi”, el Lucky Luciano criollo. La representación humana de un comediante, que sin vergüenza es llamado político, porque se encargan de cambiar articulitos, fabricar falsos +, hablar basura sobre seguridad y atreverse a escupir la palabra democrática, sin dárseles nada, siendo su antítesis en lo que hacen, practican y predican.
No quieren ser esculcados, ni sancionados, porque saben que se los tragaría la justicia, eso a pesar de los muchos favores que les deben. Es que si quedan sin esa protección, estarían expuestos a ser denunciados, enjuiciados y castigados. Algo que no puede permitir la policlase inmoral que tenemos.
Ese gremio lleno de corruptos, que produciría vergüenza en cualquier país decente, aquí es premiado, no solo con sueldos desorbitantes y auxilios disfrazados, con los que malbaratan el presupuesto para enriquecerse, sin que tengamos medidas que permitan hacerles seguimiento, ni obligación para declarar sus bienes antes de posesionarse, porque sería la demostración clara de muchos enriquecimientos ilícitos. Fortunas inexplicablemente salidas de la nada, en su función no declarada de “intermediarios” de contratos.
Eso explica bien por qué una persona invierte en su campaña varias veces lo que va a ganar en su cargo. Saben que lo que reciben por ser congresistas es menuda, si comparada con las fortunas a las que se hacen, minúsculas cifras, al lado del “CVY”, posando con hipocresía de ser personas que “sirven con patriotismo y desinterés”, a esta sufrida y desfalcada Colombia.
La Corte Constitucional tiene la obligación moral de impedir que ese “orangután” que los exonera de toda responsabilidad, se concrete en ley. Lo deben declarar inexequible e inconstitucional.
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