Los países hermanos tienen diferencias infranqueables. La situación humanitaria es dramática. Lo es en los dos países, aunque parezca que está peor en Venezuela. Allá por el manejo despótico de una dictadura violenta, que quiere construir en suelo suramericano una copia grande de Cuba. Otra Cuba en lo político, en la imposición de regímenes que usan la fuerza para mantener el poder.
No es solo la fuerza, es el control por los déspotas que la manejan de todas las formas de expresión, acalladas con represión brutal. Asistimos al asesinato del Estado de opinión. Irrespeto al disenso, señalamiento al que piensa diferente, persecución al que no está de acuerdo con un Estado que se dice socialista, sin serlo. Nada hay más lejano de las ideas socialistas que el régimen político militar hoy vigente en Venezuela.
Un gobierno atornillado al poder, manejando todos los eslabones de la cadena política, la economía, la justicia, la legislación, el Estado. Eso no es socialismo, eso es una dictadura sin tripas, en manos de violentos que tienen a un pueblo entero sometido, al servicio del enriquecimiento personal de los que ahora mandan.
Maduro, ese troglodita ignorante, la figura tragicómica de lo que no debe ser un dirigente. Un dictador apalancado en las corruptas fuerzas militares que lo sostienen, porque son los únicos extras que se benefician con el caos creado, con el desabastecimiento, el hambre, la falta de empleo, la ausencia de oportunidades.
Un país privilegiado por la naturaleza, convertido en una cloaca dictatorial, por la que escurre mucha mugre y más mierda. Sí, mierda política, mierda social. Chávez, el psicópata delirante, convirtió a Venezuela en un país sin futuro. Al morir, que no fue el día que dijeron, sino antes, en Cuba, donde lo tuvieron como momia, para poder hacerle el juego político al gran pendejo del pajarito. Para poder eternizar los escuadrones de represión e injusticia, de desolación y muerte. Había dejado en el poder a otro psicópata, un cucuteño apátrida de apellido Maduro, que sigue siendo un malcriado adolescente al que solo le importa robarse los recursos de Venezuela o permitir que se los roben sus amigos, ratas de la misma estofa. Ricos, muy ricos, robando miles de billones durante 20 años, sometiendo a un pueblo a la desolación y el hambre para seguir llenando su insaciable gula.
Las dictaduras solo tienen por objeto el enriquecimiento de sus aliados, sin importar el costo social para el ciudadano del común, al que pueden manejar a su antojo, someterlo, humillarlo, burlarlo. Nada bueno ha dejado para Venezuela la estúpida decisión de un expresidente de dejar libre a un traidor de esa patria, convertido en el artífice del yugo en el que son masacradas las esperanzas de los venezolanos.
Venezuela tenía que cambiar, sin duda, de los gobiernos de derecha que tuvo, pero el cambio fue para peor, para un grupo que se autodenominó “amigo del pueblo”, “socialista”, sin serlo, comunista sin que entiendan el significado de esa palabra. Pobre patria hermana, pobres hermanos venezolanos. La lucha apenas comenzó y tomará décadas la reconstrucción de un país desolado.
Ojalá Venezuela dé un paso al frente para iniciar el camino de la reconstrucción, con justicia social, respeto a la dignidad humana, dirigentes que no se roben. Ojalá Colombia se oponga al régimen, pero no se meta en una lucha fratricida, ni la acolite. Bastantes problemas tenemos sin resolver, para que estemos de trompos puchadores, haciendo mandados que no nos corresponden, como para convertir nuestra frontera en un nuevo centro de guerra, que devasta pueblos enteros.
Presidente Duque, usted no puede ser el comandante de un ejército inexistente que pone a Colombia en riesgo, y al que usted le da gusto, porque usted y el que lo manda a usted son amigos de la guerra, pero con hijos prestrados. Apúntese a la guerra cuando esté dispuesto a poner su pellejo, el de sus hijos, el de su jefe con sus hijos y sus nietos. No pueden seguir usando el de los campesinos, que son los que terminan de “héroes” de guerras que no querían pelear.
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