Ya en el siglo XVI, Erasmo de Rotterdam había escrito su libro Stultiae Laus, que fue publicado en 1511 como el “Elogio a la locura” o “Elogio a la Necedad”. Ese hombre erudito, de profunda y amplia cultura, un humanista, lo escribió para burlarse de la política y de la religión, concretamente de la iglesia católica. “Me parece que al hacer el elogio a la locura, no estaba loco por completo” dice en carta que le escribe a Tomás Moro.
“¿Qué razón existe para no hablaros crudamente según mi vieja costumbre? Responded, ¿es la cabeza, el rostro, el pecho, la mano, la oreja u otra parte cualquiera del cuerpo, de las llamadas honestas, la que tiene la virtud de reproducir a los dioses y a los hombres? Si no estoy equivocado, me parece que no, y más bien es otra parte tan loca, tan bufona, que no es posible nombrar sin reírse….”.
François-Marie Arouet, Voltaire, escribió 200 años después, “El elogio histórico de la Razón”: “En el siglo XVI Erasmo hizo el elogio de la Locura. Vosotros me ordenáis que os haga el elogio de la Razón. Vemos que esta razón efectivamente no es elogiada hasta doscientos años después que su enemiga, y a menudo mucho más tarde; y hay naciones en las cuales todavía se la desconoce.”
Se han escrito el Elogio de la dificultad, el de la lentitud, el de la vagancia. También el del crimen; el de la herejía, el de la sabiduría, y muchos otros más, sin olvidar el de la apología a la idiotez en el “Elogio de la filosofía”.
Pocas cosas podíamos esperar que pudieran ser elogiadas hoy, que no lo hubieran sido en el pasado. Pero no. Estábamos equivocados. Aquí está para demostrarnos que los elogios no han acabado de escribirse Carlos Felipe Mejía, @CarlosFMejia, un politiquero de Caldas, furioso fanático del Centro Democrático, en el que hoy es senador, aunque sea muy recordado por sus salidas de tono y por su casi nula ejecutoria como Congresista (coautoría en algunos proyectos, de los cuales solo se convirtieron en ley 7, le archivaron 27 y retiraron 8).
Arrastrado en los primeros 4 años por Álvaro Uribe, premio como “carga maletas” fiel de Óscar Iván Zuluaga y defensor del expresidente “eterno”.
Sus intervenciones en el sagrado recinto son una alegoría a la imbecilidad en su máximo esplendor, gritadas con vozarrón ronco, en la que sus más profundas y meditadas palabras son “terrorista, narcotraficante”.
Para la política es un hazmerreír, coloquialmente persona que por su figura ridícula y porte extravagante, que sirve de diversión a los demás. Una reedición menos fina del doctor Gabriel Antonio Goyeneche, que tuvimos por años como candidato a la Presidencia.
Este esbirro político trinó sobre el desfile típico de los carnavales de Pasto: “Lamentable que un desfile típico de una región, como el de años viejos en Pasto, lo hayan convertido en una muestra de odio y calumnias contra un Gbno que lleva pocos días y que está tratando con todas sus fuerzas de recuperar al país del desastre y corrupción que nos dejó Santos”. (Sic).
Solo un tonto puede tomarse en serio algo sin importancia, que solo es la expresión de un pueblo, que la ha realizado desde que la bella ciudad de San Juan de los Pastos, en el Valle de Atriz, en las laderas del Volcán Galeras. Como bien lo advirtiera Humboldt: “Los pastusos duermen sobre su propia tumba”.
Equivale a burlarse del Carnaval del Diablo, de la Feria de Manizales, de la Fiesta de las Flores o del Carnaval de Barranquilla. Sí, equivale a intentar ponerle censura política a las fiestas y carnavales que tenemos a todo lo largo y a todo lo ancho de nuestra querida Colombia. Un político que se queja de una actividad de feria y jolgorio reedita el elogio: “El Elogio a la Estupidez”.
No le caerían mal unas vacaciones en el Nevado, para que sabiendo que no es buen lector, enfríe un poco su belicosidad, vulgaridad y grosería.
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