Cualquier sociedad, en cualquier parte del mundo civilizado, renueva permanentemente políticos y políticas. No deja que se enquisten empresarios de la política para hacerse al “botín” de lo público.
La nuestra no. Vivimos en el paraíso de la degeneración política. Esto no ha sido casual, ni se produjo como resultado de la generación espontánea. No, ella ha sido trabajada meticulosamente, con cálculo sin par, por lo peor que tenemos en nuestra sociedad. Caciques y cacicazgos eternizados en el poder, demostrando a diario que la voluntad del pueblo, para ellos, vale menos que nada.
Para lograr esa deformación de la política, que tiene tanto de tragedia como de comedia, aunque en lo segundo tengan el sello con el que se burlan a diario de los ciudadanos del común, hacen un espectáculo circense a todo dar. Timan a los que les sirven solo en épocas electorales, para poder hacer la comedia de democracia, en la que tenemos un circo, pagado con dineros de los contribuyentes, en el que los payasos heredan los puestos, conformando empresas familiares, con las que consiguen ser amos y señores de una nación que por falta de dignidad no les hace exigencias, no los esculca, no los revisa, no los vigila, permitiendo que se apoderen de todo: poder y dinero, mando e impunidad.
Para lograrlo cuentan con la indiferencia de un pueblo cansado y sometido, que se arrodilla sin dignidad ante el poder impostado de los que son elegidos para hacer de las suyas, pero las hacen con las nuestras. A nadie parece importarle. No hay retenes. No existen entes de control que sean rigurosos en la aplicación de normas y leyes. En Colombia la ley es solo para los de ruana.
Las maromas han llegado a extremos de indecencia. Se retira un senador Lizcano, del parlamento al que llegó porque manejó como un mago la solidaridad de la lástima y el pesar. Se retira porque considera que ya cumplió su ciclo. Entonces promete la renovación de esa vertiente tan cuestionada de la U. Pero antes da un salto mortal, se pasa a Cambio Radical. Allí, para demostrar la falta de veracidad de sus intenciones, nos deja para reemplazarlo, como un ejemplo de renovación y cambio, la candidatura de su padre, Óscar Tulio Lizcano, un político “renovado” que a sus 72 años nos va a mostrar cuál es la “nueva” generación que tendremos en el Parlamento. (Ya haremos una disección meticulosa del proceso del pago de salarios de congresista, mientras estuvo vilmente secuestrado).
Por supuesto no les da vergüenza. Para tener vergüenza, es indispensable tener autocrítica, poseer conciencia, condiciones de las que carecen por completo. Mientras tanto queda aparentemente en el olvido, “la estación de servicio” que pensaron construir en unos terrenos de desplazados, de arrasados por la violencia (http://lacarreta.net.co/noticias/2017/12/04/senador-mauricio-lizcano-la-linterna-del-procurador-fernando-carrillo-florez/). Los únicos que no sabían el pasado de esas tierras eran ellos. La gente que hace política no tiene que saber algo, ni tiene que averiguarlo. Eso dicen los balandrones, porque personas sin escrúpulos como ellos, no dan puntada sin dedal.
Si lo ignoraban, entonces serían los personajes públicos más estúpidos que tendría Colombia. El tiempo se encargará de mostrarnos la verdad. Es solo cuestión de sentarse a esperar.
Al exsenador por Caldas, Ómar Yepes Alzate, que los llevó de la mano, que les dio la oportunidad burocrática o política, que los convirtió en alguien, lo traicionan ahora sin ruborizarse, se salen de su redil en busca de potreros donde puedan pastar “mejor” y comerse el presupuesto, que en eso son expertos por supuesto.
Luis Emilio Sierra no se lanzará más al Congreso. El Nuevo Conservatismo queda reducido a escombros. Sus seguidores se irán para donde más les convenga, aunque eso signifique cambiar de partido o empeñar la dignidad. Ya lo había hecho Luz Adriana Moreno Marmolejo, la codiciosa, la insaciable.
Creíamos que nada sería peor, pero para contradecir la realidad salió el hijo de Lara Bonilla, un prohombre sacrificado en Colombia, para decirnos sin inmutarse que Cambio Radical adhiere a la candidatura de alguien, que como decía Carlos Lleras de La Fuente, “este es un Vargas que se cree Lleras”.
He allí la muestra del relleno sanitario de la policlase, convertido en hospedaje de inconscientes, inmorales y mentirosos. El pináculo de la degeneración política a la que hemos llegado.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015