“No muerdas el cebo del placer hasta no estar seguro de que no oculta un anzuelo.”
Thomas Jefferson
Aristóteles definía al hombre como un “Zoon Politikón”, un animal político. Jamás en su vida el filósofo, de Estagira, Macedonia, alcanzó a imaginar y por eso no lo describió siquiera, que había un “Politikón Zoon”: el político animal.
Aunque conocemos muchos que pertenecen a esa categoría, pocos como Jair Bolsonaro, un extremista de máximo nivel, que contradice todas las normas de civilización y pone en evidencia que aunque el hombre desciende del mono, específicamente del chimpancé, con quien comparte el 98,8% del patrimonio genético, según estudios de paleontólogos y de especialistas en genética, este animal político debe descender de las hienas, mamíferos carnívoros del suborden Feliformia, clase mammalia, animales carroñeros, que si no encuentran carroña, matan y comen animales indefensos.
Ese vulgar y violento individuo, acaba de ser elegido presidente “do Brazil”, para demostrarnos que en política, todos los días se llega más lejos en la deshonra, la falta de valores éticos, la ausencia de virtudes, la completa negación de la racionalidad como principio rector de la actividad humana.
Ese troglodita que es famoso, no por digno e inteligente, sino por extremista en la vulgaridad personal, en la deshonra y en la política, se ha vuelto famoso, como se vuelven famosos todos los extravagantes del mundo, por su capacidad para decir las peores vulgaridades, en el ejercicio de la política, que horrorizada, siente vergüenza de tener representándola a alguien como él, para demostrarnos que cuando se trata de llevar a la cima a una bestia, los seguidores son capaces de hacer cualquier cosa, independiente de su cuestionamiento; que animales como ese no tienen conciencia y no le dan la menor importancia a los valores esenciales, para hacer política digna, sin importar la corriente política a la que pertenezca.
Este subnormal, es la máxima expresión de la imbecilidad humana, llevada a la categoría de arte no noble, con el que se puede conseguir poder y manejar una nación, que está vuelta “mierda”, para demostrar que ni siquiera “mierda” dejará.
Y es que no estamos hablando de cualquier fantoche, estamos refiriéndonos al imbécil más grande que ha dado la historia brasilera, en mala hora elegido por los extremistas de ese país, para que les rija sus destinos. Mala determinación de un pueblo que como excepción en América, no necesitó gestas libertarias contra los invasores que las colonizaron, porque su legado viene de un privilegio que le dio el Príncipe heredero Don Juan de Portugal, a su hijo Don Pedro I, cuando en 1807 la familia real se traslada a ese nuevo mundo, escapando de la invasión Napoleónica.
Fue una conquista sin violencia, en la que no hubo gestas libertarias, ni batallas que hicieran ganar la independencia. Toda esa historia, para terminar sabiendo, que el gran Brasil, el coloso suramericano, queda ahora bajo la regencia de una alimaña sin escrúpulos, extremista, misógino, homófobo y racista. Este creador insuperable de exabruptos, es un filón inagotable de violencia, discriminación, irrespeto total a la mujer; tiene una pérdida completa de los más elementales valores que debe tener un ser humano, cuando poseedor de un mínimo de dignidad.
Pero Bolsonaro no conoce el significado de la palabra dignidad, es todavía un chimpancé infestado por el odio y la rabia, lleno de preconceptos y fabricante de verdaderas e inigualables frases de cretinismo e imbecilidad política. Se ufana diciendo que “Está a favor de la tortura”; “los homosexuales lo son por consumo de droga, solo una pequeña parte lo es por defecto de fábrica”; “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No voy a responder como un hipócrita , ante eso, prefiero que un hijo mío muera en un accidente”.
De la peor categoría está la referencia a las mujeres, a quienes desprecia sin inmutarse: “Ella no merece ser violada, porque ella es muy mala, porque ella es muy fea, no es de mi gusto, jamás la violaría”; “No es una cuestión de colocar cuotas de mujeres porque sí. Tenemos que colocar gente capacitada. Si colocamos mujeres porque sí, voy a tener que contratar negros también”.
Pero llegó al clímax cuando afirmó: “El error de la dictadura fue torturar y no matar”, esa que no es peor que: “Hay que dar seis horas para que los delincuentes se entreguen. Si no, se ametralla el barrio pobre desde el aire”. Ni qué decir de “No corro el riego de que uno de mis hijos se enamore de una mujer negra porque fueron muy bien educados”; “Los negros no hacen nada. No sirven ni para procrear”.
La lista sería infinita. Solo queda decir: “Qué pesar de Brasil, con ese animal gobernándola”. Es sin duda mucho peor que tener a un títere mentiroso como presidente.
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