Ya sabemos quiénes son los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia. No hay cambios reales. Es solo una cuestión de maquillaje político. Los mismos con las mismas, para que nada cambie. Todo seguirá igual, podrá volverse peor.
Los políticos en Colombia, la mayoría, tienen la política como fuente de riqueza y poder. Ellos no trabajarán por el bien común. Hacen que el común de la gente trabaje para su bien, el de los políticos, obviamente.
Los editorialistas, las cadenas de TV, la radio, los medios, con contadísimas excepciones, toman partido. Pierden su razón de ser: informar para formar opinión. Manipulan la información para influenciar, atrapar incautos y hacer propaganda política, sesgada, arribista, indecente. Los argumentos son de bajísimo valor. Sofismas de distracción, con los que manipulan a la gente.
Saben que en Colombia son manipulables los fanáticos y los ignorantes, por las mismas razones, pero por intereses distintos. Continúan haciendo una alegoría sin par a la falta de principios. Vemos cómo se ufanan con vana gloria, con sus promesas y su discurso; análisis sesgados, mentirosos, con los que engañan a los que tienen atrapados en sus redes. Hacen una alegoría al discurso demagógico y embustero. No les interesa el cambio, no tienen interés en corregir el rumbo. Perderían sus privilegios.
Las campañas están en efervescencia, sacan a flote toda la podredumbre que les ha servido para hacer de Colombia un latifundio, en el que la gente no importa. Importan el guachimán, el mayordomo; ese tropel de burócratas, que son peones, sin importar que sean honestos y transparentes, decentes, intachables, pulcros. Esas bagatelas no valen algo. “El poder es para poder”, gústele a quien le guste.
La ultraderecha posa de “centro” y dice que es “democrática”. La verdad es que en política no hay nada de centro, ni realidades que demuestren el verdadero valor, la importancia del que elige. Ese que en sana lógica, sería el que tendría el mando, controlado con los que escoge. Pero los que escoge son esbirros, que no respetan al ciudadano dueño del país, ese al que se lo han robado todo, al que han desplazado, al que aniquilan; al que después de pedirle el favor de que vote por ellos para que los elijan, lo harán a un lado, porque elegidos ya no les importan. Serán sus “perros”: les cuidarán la casa, pero dormirán afuera.
El liberalismo, que se supone de izquierda, es un ala de derecha solapada y mentirosa, hoy venida a menos, con no pocos bandidos elegidos para representarlos. El conservatismo, que otrora tuviera dignidad, hoy actúa en “cuerpo ajeno”, se une a la extrema derecha, para poder participar de la repartición de los “bienes”, dejando al que los elige, el pueblo, el usufructo de todos los males: corrupción, pobreza, brechas impensables de desigualdad.
Los cambios radicales no serán radicales cambios, lo único que cambiarán serán los comodines, esos peones fieles, de baja estofa, muy cuestionados, no pocos judicializados, para demostrarnos que en este país, la vergüenza no existe. La sociopatía es un mal generalizado y endémico, que no tiene por ahora, antídoto o cura.
Los movimientos “renovadores”, son conformados por personas que han jugado en las ligas de los poderosos sin escrúpulos. Convergencia ciudadana con divergencia ideológica. Una izquierda que no ha sido democrática, siguiendo los ejemplos de los países que sumidos en la descomposición total, no siguen los principios de los Social Demócratas, que han logrado hacer de sus naciones, centros de civilización, en los cuales el imperativo es el bien común.
Súmele a ese baturrillo de ideologías “fantasmas”, presentadas como pilares democráticos, la apatía del 60 % de los colombianos que no votan. Esos que creen que no es con ellos, aunque sí es con ellos. Todo prueba que unidos a los que votan con interés y con señuelos, participan pasiva o activamente en la filigrana maquiavélica, con la que se estructura y mantiene un populismo excluyente, con el disfraz de una democracia, que no le sirve al “pueblo”, pero se sirve de él.
Los esclavos odian la esclavitud, pero paradójicamente tienen añoranza de grilletes y cadenas. Lo repito: Colombia es un país “tubo”, no tiene fondo. Mientras no le coloquemos uno que le sirva de piso para volverlo caneca, no tocaremos fondo, única posibilidad de tomar impulso para salir de tanta basura política.
Solamente ese día, y lejano no esté, podremos pensar en una democracia de verdad, al servicio del pueblo que los elige y controla. Si los otros no se unen, si no son superiores a sus egos, seguiremos gobernados por un títere, o por un iracundo repartidor de coscorrones.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015