Tanto en la ficción como en el periodismo Tomás Eloy Martínez fue un maestro. Los más veteranos recuerdan sus mundos creados, o interpretados, de Santa Evita o de La novela de Perón. Yo prefiero El vuelo de la reina y El cantor de tango. En periodismo, su imprescindible siempre será Lugar común la muerte.
Falleció en el 2010 y nos dejó una prolífica obra y, como buen escritor dedicado, cantidad de escritos sin publicar, que su hijo, Ezequiel, se dio a la tarea de recoger, con el conocimiento que le daba el haberlo acompañado en los últimos tiempos a sobrellevar la enfermedad con escritura.
Así como conoció la luz en el 2014 Tinieblas para morir. Recoge 14 relatos que se anuncian de ficción y de no ficción desde la presentación, pero que están más cerca de lo segundo, más literatura y menos periodismo. Está allí esa prosa vívida de Tomás Eloy y, al tiempo, hechos que parecen demasiado reales para ser ciertos. Sorprende encontrarse un maravilloso cuento que le da nombre al título, en donde aparece, con vida propia, una escena que ya habíamos leído en El cantor de tango, manera extraña que tienen hechos o personajes de la literatura de reclamar mejor espacio. Eso debió pasarle al escritor, que vio necesario hablar más de ese episodio, o de esa obsesión, la del cadáver nómada de Eva Perón, que también se descubre en Santa Evita.
También se encuentra un relato llamado Purgatorio, que poco o nada tiene que ver con la novela de igual nombre, pero que en cambio habla muy bien de esa forma que han tenido algunos gobernantes latinoamericanos de aprovecharse para esquilmar a sus países, y que al tener como lugar de operaciones Andorra, me hizo pensar que como los grandes pensadores, Martínez sabía lo que iba a suceder. Por estos días un escándalo de corrupción que involucra una cuenta en ese pequeño principado europeo se cuece en Argentina.
Al final, una explicación de Ezequiel del porqué de este volumen, de cómo escogió los escritos, de cuáles se pueden leer en alguna clave o en otra, y muy bien que sea epílogo y no prólogo, donde podría condicionar a los lectores.
Tuve la fortuna de cruzar unas cuantas palabras con el maestro Tomás Eloy y de asistir a varias conferencias suyas en las que defendió el oficio como sitio para la verdad, vedado a la invención, mientras que en la ficción todo se puede, mundos imaginarios o paralelos como los que creó en sus novelas. No cualquier narrador de ficción es tan vehemente en la defensa de la honestidad periodística y por eso mi admiración por él. Recomiendo siempre su prosa pausada y delirante. Los relatos de Tinieblas para mirar son algunos mejores que otros, no todos tienen el mismo nivel, algo entendible en una obra a la que su autor no tuvo tiempo de darle la última mirada. Algunos son apenas un suspiro y otros, más largos. Tal vez sienta el lector que de pronto el autor habría preferido no verlos publicados, sin una limpieza final, pero no importa. Igual, todos sorprenden.
En frases
* El que duda no ama.
* Con el tubo del teléfono en la mano, sintió la infinita soledad del mundo, la injusticia de todos los actos humanos.
* El siempre de las corrientes de aire no corresponde a ninguna idea de duración; es una tiniebla que ha sido separada de otra.
* Las personas razonables deben dudar de todas las cosas que oyen, y más cuando las cosas que oyen parecen razonables.
* Una persona es a veces inverosímil. Los actos de esa persona, jamás.
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