Hace 30 años que se estrenó la película Sorgo rojo, basada en el libro del mismo nombre, que escribió Mo Yan en 1985 y que acrecentó su fama de escritor, sobre todo en occidente, por lo que le fue reconocido el nobel hace apenas cinco años. No había leído nada de este autor hasta ahora que cayó este libro en mis manos y me di a la tarea de leerlo con fruición.
Debo confesar que me tardé más de lo que acostumbro con un libro, y esto sucedió porque debí dejar el libro un par de veces y leer algo más entre tanto, para poder descansar de tanta barbarie, que empieza a pesar. Esta obra del autor chino se caracteriza por su hermosa prosa sobre cosas terribles. Se conjugan allí la belleza de la narración con lo oscuro de los sucesos.
China se erige como la potencia más consistente de los últimos años, la que a pasos agigantados reconstruye su nación y aligera el control sobre los ciudadanos, no tanto como para que se salgan del redil. El mismo gigante que arropa el capitalismo hacia el exterior, era en la primera mitad del siglo pasado, tiempo sobre el que trata esta novela, apenas un país rural lleno de vacíos.
Era el país rural de los mitos, de mujeres de pies finos a costa de atrofiar sus huesos, de la pobreza extendida, de clanes y familias, abusado e invadido constantemente por Japón, carente de Estado y en el que el pillaje hacía de las suyas. El país de la guerra y anterior a Mao, esa China de la que poco tenemos conocimiento, la víctima de la Segunda Guerra Mundial, que no se ve en las películas.
Esta frase define perfecto el cambio que ha dado esa nación: "Nos inclinamos cuando nos lo ordenan y nos arrodillamos cuando nos obligan. ¿Quién se atrevería a castigarnos?" Es la voz de un personaje en el libro con la fe puesta en que por esta condición nada les pasará con la llegada de los japoneses a su aldea, pero ya sabemos que los hombres comunes, son monstruos en la guerra. Ahora nadie cree que los chinos se arrodillen o se inclinen, más bien muchos hacen esto frente a ellos.
Esta obra nos cuenta esa historia en varios momentos, con una narración profunda, compleja, inquietante, pero lo repito, cruda, y al mismo tiempo inolvidable.
Para quienes conocemos los paisajes de monocultivos podremos entender por qué el campo de sorgo rojo es el escenario de la vida y de la muerte, de las batalles del amor y de las batallas de la guerra, de ese sorgo del que se saca el vino, pero también cantidad de productos que sirven a toda una comunidad.
Si sus ojos son muy sensibles a los pasajes crudos, este libro lo confrontará muy fuerte, pero igual si se anima, es una verdadera pieza de arte, un poco repetitiva por momentos, tal vez por culpa de la traducción a ese español de España, o porque se dificulta traerlo de los ideogramas a nuestra lengua, pero al final deja el corazón compungido, porque sabemos que la barbarie de esa guerra tan lejos, es la misma barbarie en la guerra nuestra. A la que es capaz de llegar solo el hombre con su estupidez.
Algunas frases:
* Los pies de las mujeres se han convertido en órganos casi genitales.
* Aun en la muerte su rostro era tan bello como el jade.
* Rivales y amantes están destinados a encontrarse.
* Los atributos más importantes de una mujer bella son brillantes labios rojos, dientes puros y blancos y un mentón redondo.
* ¿Qué es el amor? Esta emoción demoníaca ha domado a más hombres valientes y a más niñas bonitas y listas de los que se puedan contar.
* El abuelo olvidó la simple dialéctica de que el sol brillante se ensombrece, la luna llena mengua, un cuenco repleto rebosa y la decadencia viene tras la prosperidad.
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