Es un regreso al campo, pero no un campo cualquiera. Un campo que pierde su inocencia, en donde el celular empieza a abrir espacio a nuevos mundos, un campo en el que la traición del hombre amado o del amigo está presente, un campo en el que la ciudad está en la atmósfera,con sus ambiciones, sus violencias y sus abogados al servicio de los terratenientes.

Así es Trucha panza arriba, una colección de cuentos del autor guatemalteco Rodrigo Fuentes, que llegó a mis manos en una cuidadosa edición de El Cuervo Editorial, de La Paz (Bolivia).

Son siete relatos con personajes que aparecen en uno sí y otro no, pero con una figura permanente, Henrik, un hombre bueno que intenta hacer empresa con sus truchas en lo más alto de la montaña, para que los peces no sufran, y en este emprendimiento van apareciendo los fantasmas.

Un empleado, Ubaldo, y su familia, que también trabaja en la truchera. Sus hijas que recorren largos caminos para ir a la escuela, que tienen sueños. Y en medio de lo que debería ser un paraíso, unos violentos que buscan apropiarse de la tierra, un poseedor al que no siempre lo acompaña la suerte y una mujer que no teme pasar por encima de los demás, aunque parezca una jovencita inocente.

Historias que se construyen con una narrativa muy cercana a la oral y en la que cada termino es el preciso, como escogido con devoción. Hay literatura en cada página, hay historias bien contadas, hay un mundo para conectar lo urbano y lo rural, los sueños, las violencias, los amores y los desamores. Unas historias de gente de carne y hueso.

En frases

* La fortuna cambia, aunque uno se mantenga pobre.

* No les daba mayor importancia a las palabras (que son flacas y flojitas, decía él), sino a esas extrañas e invisibles pulsaciones que irradian los cuerpos.

* Así que solos no estamos, pero solos nos sentimos.

* Si pierde la mirada es porque encuentra la memoria.

* En momentos como este, los lobos dejan el disfraz.