Fernando-Alonso Ramírez
@fernalonso
Definitivamente a Leonardo Padura debemos leerlo más. La neblina del ayer es una novela de la serie del comprador de libros y anterior policía Mario Conde, que en este trabajo se adentra en sus propias fibras muy hondo. Pasa de los cincuenta y que, a pesar de sus férreas bases morales a las que se ha apegado, ve de pronto tambalear muchos arquetipos creados a través de su historia vital.
Como en Adiós, Hemingway, Padura aprovecha los conocimientos del Conde para contar una historia de la Cuba de antaño o de la transición. Cuando Batista era el omnipotente, corrupto y mediocre dictador hasta los desafueros de los barbudos de la Sierra.
Era otra Cuba, llena de glamur, dinero, grandes orquestas, lujos, pero también de putas, jugadores, vividores y sibaritas. Estos alimentaban la corrupción que dejaba por fuera del juego a la mayoría de los cubanos. Es decir, no dista mucho de lo de ahora.
Conde encuentra el Santo Grial de los libros en Cuba, una biblioteca prácticamente intocada por cincuenta años, en donde se guardan obras importantísimas de ese país, que pueden costar hasta miles de dólares. Sin embargo, esto despierta una serie de eventos desafortunados que terminan en crimen, búsquedas sin sentido de seres del pasado y el adentrarse en los meandros de esa ciudad del pecado que resulta un sector de La Habana, prohibido hasta para sus propios habitantes. Allí mandan son otros, como en cualquier barrio latinoamericano en el que las mafias han hecho de las suyas, como en la Cuba de los 50. Igual.
La búsqueda obsesiva por saber la historia de una cantante apenas referenciada, pero cuya voz para cantar boleros era tan diferente, con tanto sentimiento, que quienes la escucharon nunca la olvidaron. Otra historia loca de Mario Conde, imaginada por Padura. Contada en la Cara A: Vete de mí, y en la Cara B: Me recordarás.
A quienes nos gustan los libros es una fascinación ver cómo este hombre se deleita describiendo los placeres casi eróticos que brinda abrir esos textos que uno jamás creyó tener en sus manos. A Padura hay que seguir leyéndolo.
En frases
* Los conversos podían ser tan despreciables como los renegados, pero ser un converso casi rozaba en lo abominable.
* El bolero no es cualquier cosa, claro que no: Para cantarlo hay que asumirlo, más que sentirlo.
* La mayor desgracia de un hombre es sobrevivir a todos sus enemigos.
* Los policías sabemos que a veces pasan cosas extrañas. Por ejemplo, un futuro asesino y un aspirante a cadáver se ponen de acuerdo para hacer negocios y...
* Abrió el libro con la misma fruición que podía haber separado las piernas de una mujer conquistada por amor.
Era otra Cuba, llena de glamur, dinero, grandes orquestas, lujos, pero también de putas, jugadores, vividores y sibaritas.
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