El columnista de LA PATRIA José Jaramillo me contó que Eduardo Arango Restrepo, el azuceno, siempre decía que si un libro no merecía una segunda lectura es porque tampoco mereció la primera. Me acordé de esta frase al intentar escribir de El mundo de afuera, la novela de Jorge Franco que obtuvo hace tres años el Premio Alfaguara y que releí este año.
Me propusieron hablar con el autor para la Feria del Libro de Manizales, que se realizó hace un mes, y entonces quise repasar el texto. Sí que valió la pena esta segunda lectura. Esta novela de Jorge Franco es toda una paradoja, no solo por basarse en un hecho real, sino por la forma en que logra hacer que se crucen los personajes principales, tan distintos, pero tan unidos por los recuerdos, o al menos por los momentos.
Esta obra le valió al autor alguno que otro dolor de cabeza en su Medellín natal por meterse con la memoria de personas que fueron de carne y hueso y a las cuales él acomoda en su relato, como lo hace un buen escritor, con toda su imaginación.
Es muy difícil que la fama adquirida por Franco con Rosario Tijeras permita a quienes lo siguieron en la búsqueda de un nuevo libro de esas mismas características que disfruten igual un texto que se aparte mucho de esas maneras, pero al menos yo me emocioné de nuevo con este libro que nos cuenta la historia de una niña extraña, la única que se desplazaba en limusina en Medellín, que vivía en un castillo y cuya muerte resultó trágica.
Al tiempo que nos detalla esa capital antioqueña en la que empiezan a asomarse los momentos más terribles de la violencia por cuenta de la búsqueda del dinero fácil y a raudales, sin escatimar en ética o en moral.
Esta novela es para mi gusto la de más vuelo literario hasta ahora lograda por Franco, quien en sus anteriores textos mostraba más su vena cinematográfica que estudió. Aquí hay un trabajo de artesano en hilar las historias, en coser las costuras de los personajes, en atreverse a inventar escenas casi de fantasía, hay un esfuerzo por encontrar el tono de cada uno de quienes aparecen en el texto, y como en anteriores, al final logra confrontar a la sociedad.
A medida que avanzamos en las páginas queremos saber el desenlace, y no importa si ya se conoce la historia, la habilidad del escritor obliga a que queramos leerlo de nuevo de su letra, porque lo resuelve muy bien y nos sorprende tanto que nos deja pensando un buen rato en si lo habría podido resolver de otro modo. Si nos cuestiona es porque nos entusiasmó.
Los invito a que lean este libro y a que hablemos de él, como lo hicimos en la Feria del Libro de Manizales. Estoy seguro de que a ustedes les podrá generar otras impresiones.
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