Frente a las constantes amenazas por la temporada de lluvias que atentan con la estabilidad de las laderas, en días pasados, el Departamento Nacional de Planeación (DNP) presentaba un estudio en el cual mencionaba que la crisis medioambiental en Colombia le ha costado al país $20,7 billones de gastos en salud y la muerte de 13.718 personas, sólo en el 2015. Por otra parte, el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) ha revelado que el 40% de los suelos de Colombia, es decir, 45 millones de hectáreas, tiene algún grado de erosión. El estudio, que por primera vez se realiza en Colombia, también afirma que el Eje Cafetero es la segunda zona crítica del país y que Caldas es uno de los tres departamentos más erosionados, junto con César y Córdoba. La deforestación es considerada una de las principales causas de degradación porque, según los informes, más del 60% de las áreas deforestadas entre 1990 y 2010 se encuentran con algún grado de erosión, un equivalente a cuatro millones de hectáreas.
Ligado a programas de búsqueda de energías renovables no convencionales (cerca de 200 proyectos de este tipo están inscritos en la Unidad de Planeación Minero-energética que equivaldrían al 40% de la demanda actual de potencia del país y podrían aportar al sistema eléctrico nacional unos 4.000 megavatios), Colombia debe establecer políticas que permitan mejorar la calidad de los suelos y hacer monitoreo permanente de tal forma que se recupere el “horizonte orgánico, hábitat de la mayor biodiversidad y garante de resistencia y resiliencia de los suelos frente a los efectos adversos de la variabilidad y cambio climático”, afirma el IDEAM.
Desde las Universidades nos hemos tomado en serio la búsqueda de alternativas para la prevención del riesgo, y estamos incorporando en los programas académicos especialidades que involucran la educación ambiental en sus múltiples perspectivas. Actualmente se lleva a cabo en la Universidad de Caldas, en el marco del programa Universidad Verde, un estudio sobre las consideraciones metodológicas para pensar la inclusión de la dimensión ambiental y educativo-ambiental en el quehacer institucional, que hace parte del Programa Nacional de Educación Ambiental del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
En esta línea, hemos establecido contacto con la Red Internacional del Bambú y el Ratán (INBAR) para desarrollar proyectos conjuntos en torno a la Guadua como recurso estratégico para la recuperación de los suelos y la reducción de los efectos del cambio climático. INBAR, con sede principal en Pekín, es un organismo intergubernamental, que inició en 1984, y que hoy cuenta con el respaldo de Canadá, Reino Unido, Holanda, más los gobiernos de China, India y otros de África y Latinoamérica. A través de INBAR, la Universidad participará en el programa del Bambú para la Región Andina “Alianza de Cooperación Sur-Sur entre Colombia, Ecuador y Perú”, con el objetivo de desarrollar diversas estrategias entre las que se incluyen la restauración del paisaje forestal mediante el cultivo y aprovechamiento de la Guadua para el desarrollo rural, recuperación de laderas y cuencas, descontaminación de aguas, vivienda y construcción sostenible, productos artesanales e industriales y redes de producción y comercialización.
Con relación a la recuperación de suelos, la guadua es un excelente recurso por su rápido crecimiento (entre 5 y 8 años) y la forma como su amplio sistema de raíces se expande por el suelo, incorporando materia orgánica en la capa vegetal, a la vez que lo fortalece y disminuye con ello el riesgo de deslizamientos. Como lo anota INBAR, en China el bambú se ha empleado para recuperar más de tres millones de hectáreas de terrenos degradados desde los años 80, sus bosques mitigan el cambio climático porque pueden capturar carbono a un ritmo comparable al de los árboles, y su recuperación, después de fenómenos meteorológicos extremos, es veloz por su rápido crecimiento. Además, puede utilizarse para la construcción de viviendas inteligentes, brindar medios de vida a las comunidades a través de las variedades de productos derivados del bambú y, como sustituto de la madera, reduce la presión sobre los bosques.
La Guadua es un recurso estratégico y privilegiado que constituye nuestro principal patrimonio biocultural en el Paisaje Cultural Cafetero, porque, gracias a que los antiguos habitantes indígenas lo cultivaban y aprovechaban de manera sistemática, posibilitó el crecimiento de nuestras ciudades del Bahereque, que se adaptaron de manera adecuada a las condiciones de ladera, permitió la preservación de las fuentes hídricas y es nuestro mayor ejemplo de sabiduría ancestral y popular, que ha permito una adaptación local de preservación ambiental y aprovechamiento productivo, pero que hemos olvidado y dejado de lado cuando son indudables e infinitas sus múltiples potencialidades. Ya es hora de que se establezcan políticas que permitan que esta “planta mágica” contribuya a la mitigación y adaptación inteligente a los fenómenos climáticos y la prevención del riesgo. Pero además es momento de que se incorporen estrategias precisas para articular nuestros sistemas educativos con las corporaciones autónomas regionales, las autoridades ambientales y las Secretarias de Planeación para generar desarrollo sostenible con el fin de mejorar la subsistencia de las comunidades humanas y naturales de manera integral.
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