Trabajar conjuntamente por la reconstrucción del tejido social en Colombia, apoyar los procesos de paz y proponer escenarios de reconciliación desde adentro y en los contextos en que actuamos, debería venir del sentido común, y no es así. El título que anuncia estas discusiones hace referencia a la timidez con que la academia en general (con excepciones, por supuesto) aborda el posconflicto en Colombia. Pero también a las grandes posibilidades que tenemos para aportar a nuevos escenarios humanos en paz y con modelos de desarrollo dignos y a la manera de nuestras realidades locales. No se entiende cómo y a partir de qué argumentos, se puede oponer racionalmente a la construcción de paz en un país que durante, al menos, los últimos cien años ha vivido en guerra interna.
Vivimos tiempos de transición y esto supone crisis en varias dimensiones: política, económica, social, territorial, académica, cultural y, por supuesto, educativa. Así mismo, supone revisión de prácticas que hasta hoy no han contribuido a cerrar brechas entre el campo y la ciudad ni a bajar los altos índices de pobreza y desigualdad social.
Entonces debemos entender que es el tiempo de la creatividad, la innovación, la aceptación de que es también un compromiso individual y no solo estatal y colectivo, aportar sin mayor dilación a la construcción de paz a través de propuestas audaces que resignifiquen el territorio y fortalezcan las capacidades instaladas de lo común.
A propósito de “lo común”, el 27 de septiembre anterior tuve la satisfacción de entregar, en nombre de los Consejos Académico y Superior, el título doctor Honoris Causa en Diseño y Creación al científico social Arturo Escobar. Nacido en Manizales, él ha venido trabajando desde sus textos investigativos, críticos y propositivos, porque nuestras sociedades latinoamericanas recuperen lo Común, privilegiando el conocimiento humanístico al llamado conocimiento útil, en sentido mercantil.
Desde esa dimensión crítica que construye pensamiento, sostiene que es necesario abordar el posconflicto desde una perspectiva del diseño para transformar nuestra sociedad, de modo que se privilegie lo comunal, en el sentido más próximo a los contextos en que se desarrolló el conflicto armado que, por causas estructurales que aún persisten, merecen no solo la atención de la academia, sino especialmente, de quienes estudiamos el diseño desde múltiples perspectivas.
“Para mí es clarísimo, dice Escobar (en una entrevista con Diana Gómez en la Universidad de Carolina del Norte, Chapel Hill, 2012), que la academia se queda muy corta en hacerse las preguntas que hay que hacerse hoy en día para transformar el mundo de una forma más sostenida y exitosa, aunque cada vez es más difícil que pueda haber una transformación sostenida y exitosa. La gente que está pensando la necesidad de esta “gran transformación” lo está haciendo por fuera de la academia, y son diseñadores, ecólogos, activistas de movimientos, activistas indígenas, campesinos y afrodescendientes, los y las jóvenes que reivindican la espiritualidad, tema tabú para la academia, gente trabajando el buen vivir, feministas. Es decir, toda esta gente que anda por el mundo, en el espacio social, político y cultural, muchas veces con alguna relación con la academia pero por fuera de ella.”
En su obra Diseño y Autonomía: La realización de lo comunal, el profesor Escobar postula implicaciones para la teoría y la potencialidad práctica del diseño, para contribuir a las profundas transiciones culturales y ecológicas necesarias para enfrentar, eficazmente, las crisis interrelacionadas del clima, los alimentos, la energía, la pobreza y los significados. Afirma que este potencial es real y que algunas tendencias en la profesión del diseño, señalan que las crisis no exigen menos que la reinvención de lo humano para lo cual, el diseño debe proponer novedosas estrategias de transición.
Así es como el diseño para la transición implica la búsqueda permanente de alternativas para la solución de los problemas más urgentes de nuestros entornos locales, que bajo perspectivas de valoración de lo propio y frente a nuevos paradigmas globales, contribuya a un mayor equilibrio y equidad. Una nueva ética de la transición, posibilitaría cerrar las brechas entre el campo y la ciudad, entre los conocimientos especializados y los saberes tradicionales y ancestrales, para encontrar nuevas interacciones de conocimientos distribuidos en función de un propósito común que es disminuir los altos índices de pobreza y desigualdad social y mitigar los efectos del cambio climático para contribuir con el equilibrio de la sociedad y la salud del planeta.
Esta nueva mirada es inspiradora para quienes nos hemos interesado por el diseño como saber disciplinar y será necesario, por tanto, reubicar la autonomía en el centro del diseño, es decir, reorientar el diseño para que sirva a los propósitos de la autonomía y lo comunal, reconstituyendo lo comunal después de 50 años de globalización y 500 años de modernidad.
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