En las palabras que pronuncié en la ceremonia de nombramiento del Dr. Carlos-Enrique Ruiz como Miembro Honorario de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Colombia, recordé a Alberto Manguel quien dice que, tal vez, toda curiosidad puede resumirse en la famosa imagen de la contracubierta del II volumen de los Ensayos de Michel de Montaigne, que corresponde a la medalla que mandó acuñar con el lema de su torre: ¿Qué sé yo? Para Montaigne, dice Manguel, la fuente de esta pregunta es la frase socrática “conócete a ti mismo” que para él deja de ser una afirmación existencialista para convertirse en un estado continuo de cuestionamiento del territorio por el que nuestra mente avanza (o ya ha avanzado) y del terreno inexplorado que tenemos adelante.
No encuentro una mejor definición del espíritu de Carlos-Enrique Ruiz, que esta maravillosa descripción de la curiosidad que siempre ha impulsado su vida y obra. Como ingeniero civil, con especialidad en Vías Terrestres, imaginó que, más que constructor de caminos, su objetivo en la vida sería la de establecer puentes de conocimiento para facilitar el cruce de fronteras entre la ciencia y el humanismo. Qué es el Centro Cultural Universitarito Rogelio Salmona, lugar donde se llevó a cabo la ceremonia, imaginado bajo su Rectoría en la Universidad de Caldas en el año 2002, sino la construcción de significados en torno a un nuevo enfoque inmerso en la perspectiva intercultural en el cual el diálogo es el fundamento de la interacción entre artistas, humanistas y científicos.
Comprender la realidad, en esta segunda década del siglo XXI, nos implica, con esperanza, imaginar fronteras de un universo en continua transformación. Los múltiples cambios sociales, las crisis medioambientales, las tecnologías emergentes, las amplias y cada vez más diversas disciplinas profesionales, nos retan a ir a un “más allá” de los centros en lo que cómodamente nos hemos acostumbrado a responder a las preguntas fundamentales. Y no todos tenemos la apertura y la comprensión de la complejidad del mundo contemporáneo, como la posee Carlos-Enrique, quien nos ha trazado nuevas rutas a través de presentarnos los diálogos con las múltiples culturas, a través de mostrarnos las características de un universo que se expande con límites imposibles de concebir en el cual cada uno de nosotros cumple un papel fundamental, siempre y cuando adquiramos la conciencia de ello.
Por ello, como Centro de Ciencia Francisco José de Caldas, programa que se enmarca en las actividades de este Centro Cultural Universitario, aplaudimos el reconocimiento que le otorgó la Academia Colombiana de Ciencias al nombrarlo como su Miembro Honorario. Y lo hacemos, como celebramos también los 250 años de nacimiento de Francisco José de Caldas, un sabio que nos has dejado, como legado, su pasión por el saber (una búsqueda permanente de un conocimiento compartido para mejorar la vida y la comprensión de las biogeografías de las regiones), su mirada integral a las dinámicas del territorio (es decir, una visión del arte, la ciencia y la tecnología para mejorar las condiciones del ser humano) y un pensamiento crítico que le permite entender el conocimiento como el lugar para la emancipación y el arraigo de las culturas.
El Centro Cultural Universitario es el espacio más apropiado para darle el reconocimiento a Carlos-Enrique Ruiz, pues quedará plasmada para la historia, como una de sus grandes obras, como lo es también su Revista Aleph que, por más de 50 años, ha servido de faro intelectual para pasadas generaciones y futuros científicos y humanistas que ven en ella una fuente permanente de conocimientos.
Carlos-Enrique Ruiz, como el Sabio Caldas, nos abren el conocimiento para la construcción de cartografías mentales de nuestros territorios, nos llaman a imaginar las múltiples maneras de explorar la existencia a través de la curiosidad en la ciencia y el arte para crear puentes y darle contenido y sentido a la existencia y la habitabilidad de lugares para el conocimiento.
PD.: En este contexto de ver la ciencia y el conocimiento como factor fundamental de consolidación de una nación que requiere de la educación para la transformación social, no puedo dejar de reconocer al Dr. Alejandro Ceballos, rector de la Universidad de Caldas, y a la comunidad de estudiantes, profesores y administrativos, por mantener la defensa de la educación superior pública y financiada por el Estado, en un momento histórico que requiere de grandeza y sabiduría para construir país, desde el aula de clase hasta la casa familiar, dentro de la diversidad y el pluralismo.
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