Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Aprender a hablar no significa saber comunicar. Si se desarrolla esta habilidad se mejoran las relaciones con las otras personas, se acortan distancias, suavizan las diferencias, en fin, saber comunicar es vital para cruzar puentes, provocar y motivar encuentros en los que fluyan palabras dichas con coherencia, respeto, empatía y solidaridad.
Ante algunos sucesos acaecidos en nuestro país, en especial en lo que tiene que ver con lo que afirman los dirigentes, llama la atención la edición de LA PATRIA del 11 de noviembre de 2018. En Papel Salmón se mencionó la película Pájaros de verano, en escrito del profesor John Harold Giraldo Herrera, donde se habló de la importancia que tiene ‘El palabrero’ en la cultura Wayúu.
‘El palabrero’ es aquella persona que sirve de intermediaria para dirimir los conflictos, conversa, escucha, se conecta emocionalmente, respeta y siente empatía por las necesidades y demandas de unos y otros; tiene la habilidad de apaciguar y hacer contención en momentos en los cuales, las emociones se desbordan. Su misión es velar por la armonía, la convivencia y la fraternidad.
‘El palabrero’ es un ser humano que se ha ganado el respeto y la confianza de la comunidad, porque asume su trabajo con coherencia, responsabilidad, respeto, asertividad y, además, tiene claro que lo que más importa es el bien-estar, la calidad de vida y la paz de todos los integrantes de su tribu.
Al terminar de ver la película, llegué a la conclusión de que en Colombia se necesitan con urgencia ‘palabreros’, que quieran al país, pero no para ellos mismos, no para enriquecerse, no como si fuera su predio personal y familiar, sino como lo que somos: el país que requiere y le urge recobrar la dignidad.
‘Palabreros’ que eviten juzgar, mentir, señalar, descalificar, burlarse de quiénes no piensan como ellos, que sientan vergüenza cuando se equivoquen, roben y delincan, que acorten distancias entre las personas, que les animen a expresar emociones y sentimientos.
Que ayuden a mantener una adecuada comunicación, que prevengan malentendidos, rebajen la ansiedad y el estrés que se origina cuando se le da rienda suelta a las suposiciones, al cinismo y a la falsedad.
Mi amiga María Cristina Palacio afirma que enfrentamos el ‘empalabramiento’** de la vida cotidiana. Desde el uso de las emociones corrosivas y perturbadoras, este ‘empalabramiento’ no es otro que la cuerda floja de la inestabilidad y la ambivalencia, que producen estas emociones.
Se requiere con urgencia ‘empalabrar’ distinto la vida de los colombianos. Se necesita ‘El palabrero’ (Wayúu) como intermediador, que anude la diversidad y tramite los conflictos hacia el encuentro con la diferencia, con una mirada compasiva y empática, en aras de lograr la sanación y la reparación de las heridas y la recuperación de la autoestima como condición indispensable para mirarnos a los ojos de los demás con respeto, humildad y paz emocional.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
** Luis Duch &Joan-Carles Mëlich. 2009. Ambigüedades del Amor. Antropología de la vida cotidiana. Editorial Trotta. Madrid.
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