Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
La envidia, es una emoción fuerte, que genera en quien la siente, desasosiego, intranquilidad, rabia, deseos de hacer daño, dolor, insatisfacción, impotencia y, en ocasiones, sufrimiento. Quienes sienten envidia son personas que se caracterizan porque en sus labios la palabra que más usan es ‘pero’:
- “Creo que le queda bonito, pero…”
- “Usted es muy inteligente pero…”
- “Ese motilado le sienta bien, pero…”
- “La comida le quedó muy rica, pero…”
- “Tiene muy buenas notas, pero…”.
Son individuos que andan por la vida con una actitud descalificadora y hostil, ante los logros y triunfos de quienes les rodean; son incapaces de disimular el desprecio y la antipatía en la que viven, al no aceptar, ni congratularse con los triunfos de los demás.
Ver solo lo negativo es de seres enfermos que tienen dificultades para ser objetivos y mirar la realidad; sus mundos están atados a pensamientos negativos y limitados y, ante sus incapacidades emocionales y cognitivas, crean una serie de mecanismos que tienen como fin hacerle la vida imposible a quienes le rodean. Esto les genera, como ellos dicen, un ‘fresquito’ y, en su ignorancia emocional, no se dan cuenta de que ellos mismos andan por caminos en los cuales, su agonía y ausencia de serenidad es permanente.
Agonía, en tanto no viven su vida, por estar atentos a lo que los demás hacen o dejan de hacer; sus pensamientos y emociones se estimulan y enardecen de manera malsana, se enfurecen y maldicen, se obsesionan y expresan en voz alta su deseo, de que a los demás les vaya mal.
La envidia, no se enfoca solo en querer tener o vivir como los demás, sino que llega a ser una emoción enfermiza cuando, a nivel personal, no se desarrollan recursos y estrategias personales para transformar estos pensamientos y actitudes negativas en gestos e intenciones positivas.
Es preciso afirmar, que fortalecer la autoestima, es fundamental para todas las personas. Ese es un trabajo al que hay que ponerle toda la voluntad y la disciplina, a fin de poder aprender a vivir de manera diferente.
Una persona segura y confiada de sí misma es capaz de fluir en cualquier escenario, sin necesidad de estarse comparando con las demás y, menos aún, sin gastar su tiempo y energías en apetecer lo que otros tienen o son. Se enfoca en lo que quiere y pone su empeño en conseguirlo.
Las emociones destructivas están íntimamente ligadas con la calidad de vida y con el mundo personal e interno. Quien no hace autocuidado e higiene emocional, tiende a vivir cotidianamente con altibajos emocionales. Esto impide mantener y cultivar relaciones satisfactorias consigo mismo y con los demás.
Cada que dice la palabra ‘pero’, los demás se alejan, pues empiezan a saber de su envidia y sus celos. No es grato quedarse solo, por no aprender a controlar y a transformar las emociones. Al hacerlo, se realiza una labor de jardinero: disponer el espacio para sembrar, quitar la maleza (cizaña), abonar, reflexionar, disfrutar de la siembra, recoger y contemplar el resultado. Esto es inteligencia emocional.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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