En la actualidad, algunos papás y mamás preguntan con frecuencia: ¿Cuál es la forma para tratar a los hijos? Expresan con dolor, con miedo o con rabia, que ya no saben cómo dirigirse a ellos, ya que si les recuerdan sus deberes académicos o sus tareas domésticas, las respuestas son groseras y hasta amenazantes.
Afirman con tristeza que no encuentran cómo acercarse a ellos; en tanto los hijos argumentan que sus papás y mamás ya son demasiado viejos (así sean jóvenes) y que ello es razón suficiente para no entenderse.
Las respuestas de padres y madres ante estas situaciones son: prohibir, quitar privilegios, gritar, sollozar, responder con palabras desobligantes e inclusive enfermarse. Una mamá decía: -‘Yo sola he trabajado toda mi vida para mis hijos, el papá apenas los llama de vez en cuando. Me di cuenta de que mi hija menor estaba consumiendo licor a la salida del colegio y al llamarle la atención me gritó e insultó, dijo que ella ya tenía 16 años y que se sentía lo suficientemente grande para hacer lo que quisiera, además que los papás de su más amiga tomaban también con ella’.
Esta madre hace las siguientes preguntas:
-¿Que me faltó?
-¿Qué no hice?
-¿En qué me equivoqué?
-¿Qué debo cambiar?
-¿Adónde puedo pedir ayuda?
Vemos madres y padres que se sienten responsables o culpables y que con decepción y tristeza expresan, que este no era el escenario en el cual querían ver a sus hijos. Su anhelo fue siempre, que estudiaran, que tuvieran un adecuado proyecto de vida, que fueran responsables, rectos, éticos, y sobre todo, tener la satisfacción de verlos realizados como seres humanos decentes.
Cuando hay un papá y una mamá, ambos deben discutir los pasos a seguir si se presenta maltrato por parte de sus hijos y cualquier decisión que se tome, enfocarla a poner límites claros, a exigir respeto y a solicitar ayuda profesional.
Un papá llorando afirmaba: -‘Nunca pedí ayuda por pena, por vergüenza y ahora cuando me golpeó, me insultó y se paró en frente a burlarse de mí, ya no aguanté más’.
Algunos familiares y cuidadores expresan: ‘es por la adolescencia’, ‘la culpa es de las redes’, ‘es por los amigos’, ‘es que el trago los enloquece’, ‘¿quién sabe que consumió?’, ‘es que no tuvieron suficiente amor’, ‘fue que les falto o les sobró mano dura’ y así entre justificación y justificación, el maltrato va escalando y socaba la salud mental y emocional de las personas que viven en el entorno familiar.
Tener hijos, implica asumir retos, desafíos y responsabilidades; además de que los padres, son figuras de identidad significativas, a través del ejemplo sano y adecuado, y aunque hay posibilidades de equivocarse, no se puede dudar de que el pilar en el cual se cimienta el proyecto de vida, es educar en ética y en valores
Por otra parte, hay que prestar especial cuidado en educar en la bondad y en la empatía por el dolor de los demás, en el cuidado y conocimiento de las emociones propias y ajenas, condiciones que van a permitir analizar y reflexionar a padres e hijos acerca de la manera de aprender a controlar y regular las emociones perturbadoras y el maltrato.
Psicóloga
Profesora Universidad de Manizales
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