Fanny Bernal * fannybernalorozco@hotmail.com
Se dice que una persona es adulta cuando toma decisiones por sí misma, con plena autonomía y en uso de sus facultades mentales, emocionales y cognitivas. Cuando tiene claras sus ideas, deseos, proyectos y afectos. Una persona autónoma es aquella que regula sus comportamientos y se siente en capacidad de asumir las consecuencias de sus actuaciones y palabras, sin dejarse presionar, manipular o irrespetar.
A pesar del principio de realidad que se tenga para tomar una decisión crucial para la vida, no se puede desconocer que los seres humanos -en las relaciones cotidianas- están sometidos a diferentes presiones emocionales, que dan origen al estrés y a la ansiedad. Cuando la determinación radical se explica como una ‘decisión personal’, se están haciendo a un lado los múltiples factores que acompañan dicha resolución.
Desconocer que un ser humano no se encuentra en su mejor momento emocional, cuando se hace evidente que está nervioso, porque está viviendo bajo altos niveles de estrés, por diferentes presiones familiares, sociales, económicas, laborales o porque se siente atemorizado y amenazado; es negar que a veces, para algunas personas, hay puertas que se cierran y que una gran soledad se cierne sobre ellas de manera demoledora. Esto puede traer como consecuencia que no se sientan con el coraje suficiente para pedir apoyo o compañía, a fin de ser escuchados -sobre todo- cuando existe miedo por lo que se dice y también por lo que se calla, provocando aislamiento, silencio, impotencia y una gran vulnerabilidad.
Habrá quien piense que no es para tanto y que en las circunstancias de adversidad, las personas hoy tienen como entretenerse, como disipar el tiempo y como espantar los fantasmas. Hay muchas distracciones al alcance de un clic, no obstante, no son pasatiempos que regocijen y provoquen serenidad y armonía emocional, que es lo que se requiere precisamente para paliar y hacer frente en las horas de dificultad, para ayudar en momentos en los que parece que se ciernen las penumbras sobre todo alrededor, sin una cercana posibilidad de encontrar una luz o una salida.
Y como si fuera poco, hay un gran desconocimiento frente a lo que se puede hacer para ayudarse o buscar apoyo, para dejarse ayudar antes de que el tiempo avance y la inquietud y el dolor emocional se agudicen y se ponga en mayor peligro la salud mental y el principio de realidad.
El sufrimiento existe. Miremos a nuestro alrededor, observemos, analicemos. Hay algunos individuos que se quejan todo el tiempo; mientras que a otros, sin manifestarlo verbalmente, se les ve el malestar, la angustia, la tristeza. Sin embargo, si los síntomas emocionales no generan dolor físico, las personas no se responsabilizan de lo que les sucede y comienzan a enmascarar, disfrazar y a aplazar.
Cuando un ser humano vive con inquietud, desanimo, pesimismo, desesperanza, miedo o amenaza, pierde el soporte y la confianza para hacerle frente a las vicisitudes del día a día; ante tanto sufrimiento no puede ser que la explicación de actos humanos dramáticos, trascendentales y extremos, se reduzca a dos palabras: ‘Decisiones personales’.
* Psicóloga - Docente Universidad de Manizales.
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