Esteban Jaramillo
@estejaramillo
Aparte de liderar con lo que esto implica, sobre todo en momentos de tormenta, el jefe de grupo está obligado a regenerar su nómina, a potenciar la calidad de sus componentes, a impulsarla a los objetivos, a buscar soluciones con veloz comprensión de los problemas, buscando con ello una eficiente labor de equipo.
Bodhert no ha logrado, en el Once Caldas, flexibilizar sus tácticas, valorar rendimientos, rotar con acierto, o elegir combinaciones de juego que le permitan al club repetir las destacadas intervenciones del año pasado.
Bodhert no es innovador y deja dudas como estratega. Una cosa es entrenar y otra dirigir. Demostrado está que el toque sutil para bordar juego entre líneas, máxima alerta en ataque del menú anterior, no ha tenido variantes; se ha tornado soso, repetido, sin sorpresas y de fácil control para sus adversarios.
El pase no comunica y los movimientos sin balón son adinámicos. El esquema es el mismo, con diferentes interpretes, porque la solución ha sido la tolerancia extrema al cansancio de los futbolistas y no la búsqueda frenética de alternativas, para una eficiente producción individual o colectiva.
No todo esta inventado en el fútbol, sobre todo cuando la exigencia es mayor, con obligatoria incorporación de valores al juego, para flexibilizar las tácticas. El Once no los ha tenido.
Ni puntería en los tiros a gol, ni precisión en el último servicio, repetida es la organización del juego y las transiciones no tienen clase. Se erosiona el plan defensivo cuando no es propia la pelota y el arquero se ve nervioso porque no está bien entrenado.
Obligado Bodhert a pulir su obra, la que tantas garantías dio, con celebraciones jubilosas, opta por confundir los caminos para hacer compleja la vida competitiva.
El limite de tolerancia a la indisciplina es del libreto propio de cada técnico, pero fastidia cuando se perdonan los excesos y se premia con la titularidad a quien da mal ejemplo y no rinde.
De los atascos en la tabla se sale con valor, humildad, habilidad y autocrítica. El problema no es de calidad o cantidad de jugadores, es la forma de gerenciarlos.
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