Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Terminados los días de locura futbolera del Mundial, se reanuda la liga local, obligada a mantener viva la pasión de los aficionados, a pesar de que pocos son los futbolistas adquiridos que convocan como ídolos, o mueven la taquilla en los estadios.
Aún celebra su título Tolima, logrado con merecimientos y aptitudes, frente al convulso Nacional, cuya vida se maquilla para justificar su caída.
El hecho, para muchos, pasó inadvertido, porque fue el grito de un chico, aplastando las intenciones de un gigante, sin objeción alguna, como ganan siempre el reconocimiento los obreros frente a los poderosos. El Mundial con su vértigo sabroso, lo silenció todo.
Tolima ganó contracorriente y contra pronóstico. Consiguió con decencia lo que por años había buscado. Pero vistos desarrollo y definición de torneos anteriores, qué vientos tan distintos soplarían si el VAR se introdujera, como herramienta útil para alejar costumbres manipuladores.
Seguro, otro gallo cantaría. El VAR dejaría al desnudo las componendas descaradas y persecuciones injustas que tienen su trasfondo en los campeonatos locales.
Los grandes aplastando los chicos, dentro y fuera de la cancha, ante la tolerancia de actores de segundo grado, árbitros o comisionados enrolados en comités de justicia futbolera que, como el ir y venir nacional, no tienen vergüenza al decidir y sentenciar.
El VAR sería visto como una herramienta destructiva, para los intereses turbios premeditados. Pero también como un valioso instrumento para darle mayor pulcritud a la competencia.
De esa manera muchos partidos no pasarían por el escrutinio público por las tantas dudas que deja la competencia.
Para su instalación sería cuestión de dinamizar los ingresos FIFA, de sacrificar algo del turismo deportivo, rebajar sueldos desproporcionados a técnicos y asesores de competencia discutida, construir ideas y no sedes convertidas en elefantes blancos, o de aprovechar el recaudo generoso que dejan las tarjetas semanales, exhibidas por los árbitros. El VAR cuesta. Pero, decididamente es valorado, es aceptado, es necesario.
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