Esteban Jaramillo
LA PATRIA | Bogotá
Cuando Hubert Bodhert llegó a Manizales, para asumir el control deportivo del Once Caldas, encontró un equipo con jugadores de alarmantes deficiencias técnicas y físicas, dominado por la mediocridad y el conformismo, con la moral por el piso.
De allí la limpieza de nómina, como punto de partida para el arranque de su proyecto. 17 se marcharon, algunos vinculados al club de manera inexplicable para el público, por sus escasos aportes.
La disciplina era el talón de Aquiles. Identificados estaban los tres grupos de borrachos, que alteraban la calma de sus compañeros y reventaban los nervios de los hinchas. Todos se fueron.
Con el borrón y cuenta nueva, su extrema preocupación fue la soledad del ataque, la debilidad de la defensa y, especialmente, la falta de intensidad en el juego medio con o sin la pelota.
“Trotones” los volantes de recuperación fueron reprendidos con severidad por el entrenador, quien advirtió que quien no se pliegue a sus exigencias perderá su opción en la competencia, como punto básico de su manual de intenciones, que incluye además velocidad en las transiciones y elaboración media continuada y creativa, para establecer el control y marcar diferencias.
La pelota también merece atención. El empeño por construir el juego, muchas veces fracasa por la debilidad en los pases o las impericias de manejo.
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Con el borrón y cuenta nueva, su extrema preocupación fue la soledad del ataque, la debilidad de la defensa y, especialmente, la falta de intensidad en el juego medio con o sin la pelota.
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