Es evidente que en la renovada sociedad colombiana se ha venido perdiendo el interés hacia los temas formativos. Y esto no es una aseveración caprichosa sino un fenómeno que se refleja principalmente en la disminución de actividades culturales y artísticas que antes solían hacer parte de la cotidianidad, principalmente en las capitales de nuestra patria y que hoy, cuando se programan, presentan unas asistencias de gente “en edad de merecer” que dan grima.
Las personas que llegaron a su edad adulta después del año 2000, o “millennials” como los llaman los angloparlantes, han perdido interés en temas que puedan enriquecer su cultura general y más bien se interesan en asuntos de tecnología, en temas mediáticos y muy poco, por no decir nada, en disciplinas humanísticas. De hecho la experiencia indica que inclusive poco les interesan los contenidos de la prensa escrita y hablada tradicional, y más bien se informan, o desinforman, a través de la televisión y de las redes sociales.
Esta actitud insustancial, frívola y contraria a las humanidades se refleja también en los gustos que este grupo de ciudadanos ha desarrollado frente a las posibilidades recreativas que el medio les ofrece. No buscan los jóvenes entretenerse con actividades que contemplen creaciones artísticas, sabiduría o que muevan la sensibilidad espiritual, sino que prefieren diversiones de alto contenido tecnológico, o deportes de los llamados “de contacto”, que en realidad enaltecen la brusquedad, la falta de sentimientos y alimentan la mala intención y la violencia sorda que los llamados hoy “deportistas” manejan, con impresionante solvencia, en sus diversos juegos.
Las actividades que podríamos llamar refinadas o exquisitas, como las artes plásticas, las escénicas, las musicales de algún nivel de calidad, las escultóricas, las literarias y la danza clásica, que incluye los aires de la tierra y naturalmente la tauromaquia, poco atraen a esta generación. Es así como la Fiesta Brava, actividad cultural por excelencia, ha quedado por fuera de los gustos de un alto porcentaje de “adultos menores”, con honrosas excepciones como es el caso de Manizales.
A mi modo de ver, además de los diversos factores conocidos por los taurinos, se debe tener en cuenta el tema que acabamos de tratar y que, repito, se basa en el poco interés que por temas de índole humanístico tienen nuestros “cuarentones y compañía”. Este asunto debe ser aceptado como una de las causas, razones o motivos imputables a la pérdida de importancia de los toros dentro del contexto vital de esta nueva sociedad.
Mientras los jóvenes no acepten y comprendan cabalmente la importancia que tiene para un conglomerado social, reconocido como país o patria, la defensa y conservación de una identidad nacional que proteja su soberanía cultural y que se encuentre cimentada tanto en la práctica activa de sus manifestaciones consuetudinarias como en el amor por sus costumbres y tradiciones, los toros así como muchas otras actividades de nuestro acervo van a verse a gatas para seguir siendo los pilares de la nacionalidad que distinguen a Colombia de nuestros vecinos y del resto del mundo,
Recibe un abrazo de tu amigo. El Fraile.
Añadido: La Feria llegó y por ello este ejercicio: Ponce: método eficaz, Juli: técnico laboral; El Cid: arte; Castella: monotonía; Ferrera: reencauche; David Martínez: progreso; Ramsés: tesón; De Justo: tozudez; Bolívar: necesidad vital; Santa Bárbara: emotividad; Ernesto Gutiérrez: bondad; Rocha: tradición; Los demás actores que harán parte del cartel, pero que no incluí, fue porque no sabría definirlos en una o dos palabras.
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