Yapeyú llegó a ser el centro musical más grande en los parajes selváticos de Paraguay, Argentina y Brasil; al llegar los conquistadores encontraron que fuera de los centros indígenas de poderío y progreso existía gran cantidad de indígenas que estaban esparcidos por las selvas en vida de pobreza, marginación y vida elemental.
Al llegar el siglo XVI los misioneros llegados tanto Franciscanos como Jesuitas comenzaron una labor de acercamiento con las diferentes tribus, pero constataron que muchos por vivir en sitios lejanos, aislados y sin recursos vivían y morían en situaciones infrahumanas.
Los Jesuitas ensayaron una manera de reunirlos: las llamadas “reducciones” que eran constituidas por espacios grandes donde se construían especies de resguardos o conjuntos en los cuales se vivía en comunidad y toda la economía era solidaria.
El templo doctrinero era el inicio alrededor del cual se organizaba la escuela, casas para vivienda familiar, albergues para transeúntes, patios de recreación, hospital e inmensas parcelas que eran cultivadas por todos y luego guardadas en graneros para ser repartidas entre todos.
Unas reducciones avanzaron más que otras y llegaron a tener molinos, industrias artesanales y hasta centros culturales como el musical de Yapeyú. Las reducciones pretendían evangelizar, promocionar, unir y organizar la vida de los indígenas; por la enseñanza que allí se daba algunos han llamado a esta experiencia: “doctrinas”.
Fue tan inmensa la obra realizada por aquellos misioneros que un hombre de oposición como Voltaire escribió después que estas se cerraran y destruyeran por expulsión de los Jesuitas del territorio: “Cuando le arrabataron a los Jesuitas las misiones del Paraguay en 1768 los indios habían llegado al grado más alto de civilización que un pueblo joven puede alcanzar. En las misiones se respetaba la ley, se llevaba una vida limpia, los hombres se consideraban como hermanos, florecían las ciencias útiles y aún algunas de las artes más bellas y en todo reinaba la abundancia”.
No todo fue color de rosa, por ejemplo, el 15 de noviembre de 1628 el padre Roque González estaba en su “reducción” ayudando en la construcción del campanario para llamar con alegría a cada actividad cuando un indígena vino por la espalda y le propinó un golpe en la cabeza que le ocasionó la muerte.
Así han dado la vida muchos misioneros y evangelizadores en todos los continentes porque es verdad lo que anotó Jesús: “Nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”. Al poco tiempo Yapeyú no era más que ruinas, llanto, soledad y dolor como resultado del odio, la falta de convivencia y la violencia. ¿Seguirá lo mismo la historia?
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015