Corría el siglo III de la era cristiana y ya en el norte de África habían nacido pequeñas comunidades con aquellos que huyendo de las persecuciones romanas habían navegado buscando tierras lejanas sin peligro; Egipto fue refugio pasando luego a otras regiones de la fértil África.
Entre los grupos nacientes había uno en Cartago; Perpetua era una gentil dama de alta instancia social y próvida riqueza; con ella estaba una fuerte mujer llamada Felicidad que hacía honor a su nombre: trabajaba feliz con Perpetua de la cual era esclava y servidora.
Entre las dos se vivía algo singular que ofendía a los que defendían el abolengo romano: las dos mujeres vivían y se trataban como hermanas, en igualdad y cariño, en fraternidad y cercanía; decían vivir así quebrantando las costumbres sociales de Roma y Egipto inclinadas a riquezas y abolengos y a distancias y esclavitudes.
Pronto la persecución llegó desde Roma y las dos junto con otros cristianos de comunidad creyente fueron apresadas, torturadas y al final decapitadas por contradecir con sus costumbres de evangelio la normatividad vigente.
Cito este hecho ya que el 7 de marzo celebra el calendario cristiano la memoria de las santas mártires Felicidad y Perpetua, ejemplo de unidad, amor mutuo, igualdad, fraternidad y vida cristiana.
Este tiempo de Cuaresma es invitación para mirar estos ejemplos que son vitalidad de evangelio vivido en hogar, en sociedad, en los polvos del camino, en dificultad y persecución alimentada de vida comunitaria y fortaleza en la Fe que camina y permanece sin telones de triunfo pero sí con amor sublime a Dios, a la vida, al prójimo, a la Fe, a los compromisos vitales.